Del otro lado del mar

La novela negra que hemos disfrutado a lo largo de los años provenía en su mayor parte del otro lado del mar Cantábrico -Inglaterra-, o del Océano Atlántico -Estados Unidos-, por ser los creadores y artífices del género, que, con excepciones como los francófonos, han marcado tipos y tramas muy determinados, pero esta situación ha ido variando en los últimos años,al irrumpir en la producción detectivesca autores de procedencias muy diversas.

Este hecho puede deberse al gran éxito de la novela negra a nivel mundial, -hay quien lo llamaría colonización cultural, aunque podríamos definirlo igualmente como creación de nuevos gustos-, y también como una nueva forma y excusa de contar historias interesantes, tanto en el plano personal psicológico, como en el social, pues la novela negra, en cuanto trata del crimen y el delito, y siendo éstos, pequeños seísmos sociales y personales, permiten a los autores mostrarnos estratos no visibles en una mirada cotidiana de las vidas personales y de los devenires sociales de diversas comunidades.

En esta columna vamos a hablar de cierta producción proveniente del otro lado del mar mediterráneo, más exactamente de Grecia, Turquía, Israel y Argelia. De entrada, no son países de los que hubiéramos recibido mucha novela negra, pero en los últimos años han aparecido varios autores que escribiendo espléndidas novelas del género, nos han permitido darnos una vuelta por unas sociedades de las que habitualmente no disponemos más que de una información mínima, anecdótica y llena de estereotipos.

Estos autores nos permiten darnos una vuelta, por la trastienda de unas sociedades, de las que habitualmente en nuestros recorridos turísticos no vemos más que ciertas fachadas, y que a menudo nos dejan con las ganas de saber qué se cuece realmente entre sus gentes.

Así nos encontramos con cuatro autores que no solamente escriben estupendas novelas detectivescas, sino que además nos adentran en sociedades de las que no tenemos prácticamente información. Estos son Petros Markaris de Grecia, Bárbara Nadel, que pese a ser inglesa nos da unos frescos magníficos de la Turquía contemporánea, Batya Gur, que nos da una visión muy amplia de la realidad israelí, y Yasmina Khadra, que ha retratado como nadie la despiadada situación de la Argelia de los últimos veinte años.

Del griego Petros Markaris se ha publicado una serie de novelas cuyo protaonista es el comisario Jaritos, de la policía criminal de Atenas. Personaje nada complejo, policía de la vieja guardia, pero apasionado por la investigación, y que en el transcurso de sus casos nos permite conocer la sociedad griega, que se va europeizando, pero que mantiene sus raíces en un pasado político y cultural determinado, que influye, no siempre favoreciendo el esclarecimiento de los crímenes que nuestro esforzado comisario pretende desvelar.

No esperemos tramas extrañas, sino los temas que llenan la novela policíaca habitual: pasiones personales, problemas familiares, corrupción económica y política, y los habituales encontronazos con el poder administrativo y fáctico de toda sociedad occidental moderna que se precie de serlo. Hasta la fecha se han editado tres novelas y un libro de relatos en diversas edittoriales, e incluso llegando al bolsillo.

Un caso parecido es el de la serie de la inglesa Bárbara Nadel sobre el inspector Ikmen y su ayudante Suleyman, de la policía de Estambul, personaje multifacético, pues es un turco agnóstico casado con una musulmana convencida, con nueve hijos a los que difícilmente puede dar de comer, culto en un ambiente no muy dado a las disquisiciones especulativas , y con una intuición que le permite bucear en unos casos muy complejos, que sus superiores pretenden simplificar al máximo, pero que la diabólica trama propuesta por la autora, nos lleva a argumentos muy elaborados y trufados de psicopatología y de problemas de identidad cultural.

Estos dos temas la psicopatología, la autora es psicóloga clínica, y los problemas culturales, son elementos básicos en unas historias situadas en una sociedad como la turca, y especialmente la de Estambul, donde se amalgaman gentes de muy diversos orígenes socioculturales, y con devenires personales muy diversos. Si desean darse una vuelta por una sociedad, sin los estereotipos cinematográficos o novelísticos que todos hemos mamado tiempo ha no se pierdan las dos novelas editadas por El Aleph.

No podemos dejar de reseñar de igual modo algunas novelas detectivescas de autores turcos que resultan más que interesantes. Éste es el caso de Mehmet Murat Somer con su novela El beso asesino, o el de Celil Oker con su Ultimo acto en el Bósforo.

No obstante, si hay alguien que se dedica concienzudamente a diseccionar a una sociedad concreta en los más diversos aspectos de la misma, esto ocurre en la serie de novelas de Michael Ohaion, el policía creado por la recientemente fallecida Batya Gur, y publicadas en España por Siruela, que entre historias personales -bastante tristes, en general-, y una situación social de tensión casi prebélica, nos regala una colección de historias detectivescas, que sitúa casi temáticamente en diversos ámbitos sociales -los kibutz, el mundo literario universitario, el ambiente de los psicoanalistas, etc.-, y que con poderosas tramas detectivescas, llevan a cabo un auténtico documental de los entresijos, las luces y las sombras de dichos ambientes, sin olvidar la situación del estado de Israel, con todas sus contradiccciones y con los gravísimos problemas de convivencia, que analizó en su últim a novela asesinato en el corazón de jerusalén . Si la novela negra es una forma despiadada de entrar en las aparentemente tranquilas estructuras sociales, las novelas de Batya Gur resultan como un inmersión en un mar, a menudo proceloso, de la realidad israelí.

Finalmente, hemos de hablar del autor argelino Yasmina Khadra, seudónimo femenino de un militar argelino, que durante muchos años veló su nombre, por problemas de incompatibilidad entre su actividad castrense y el contenido de sus novelas, en las que se plasma el brutal conflicto por el que pasó, y está pasando la sociedad argelina post-independencia, dividida por una élite burocrática y corrompida, y unos movimientos integristas de gran violencia, que han llevado a Argelia a sufrir un auténtico baño de sangre en los últimos años. Las novelas de Khadra, protagonizadas por el comisario Brahim Llob, muestran de forma despiadada la vorágine social, económica e ideológica en la que ha vivido Argelia, y como esto afecta a sus gentes, no dejando incólume a nadie, incluido el propio protagonista. Entre sus novelas han sido muy destacadas la afamada Trilogía de Argel, formada por Morituri, Doble blanco y El otoño de las quimeras, editadas por Ediciones Zoela / Negrura, y que acaban de aparecer en un solo volumen editadas por Almuzara.

Recientemente se ha publicado una nueva entrega de las aventuras del comisario Llob en La parte del muerto, editado por Alianza, que ya había publicado otros libros de este autor sin el protagonismo del comisario Llob. No podemos dejar de reseñar de este autor su última novela El atentado, que se distancia de su habitual localización argelina, para introducirse sin compasión en el problema terrorista palestino en Israel, con un libro lleno de lucidez, pero no por ello menos desgarrador.

Si desean engrosar su pila de novelas con un buen manojo de novelas negras de espléndida factura, pero con personajes y situaciones poco habituales no duden en localizar estas obras.