El orden estelar

Volumen doble que reune las dos primeras entregas de El Orden Estelar, la serie de space-opera creada por Ángel Torres Quesada bajo el pseudónimo de A. Torkent. Este volumen recoge las novelas Rebeldes en Dangha y Los brujos de Lero. En la primera, Gresh Lemmy, oficial novato de la armada imperial e hijo del admirado héroe del mismo nombre, renuncia a una vida cómoda en la Tierra para embarcarse en una aventura guerrera en la que confía en emular las proezas se su padre. Sin embargo, ignora que su valedor en la Academia, y ahora su jefe en la expedición punitiva contra Dangha, tiene unos planes bien distintos, por lo que el joven oficial se verá inmerso en una extraña aventura. En los brujos de Lero, Arh Manra, señor de la guerra, recurre a los fabricantes de cyborgs para reunir un ejército pequeño pero invencible, destinado a exterminar al pueblo cricdo de Lero, dotado de poderes paranormales. Estos a su vez, recurren a la ayuda del científico terrestre Burt Corrigan.

ANTICIPO:
-No creo que se atreva a matarme.

– Lamento haber perdido el tiempo contigo – suspiró Frigia -. Pensé que eras más inteligente.

– Quizá imaginaste que sería más estúpido.

– Estás demasiado condicionado por los discursos que os largaban en la Academia -dijo Frigia-. No debía esperar que en tan poco tiempo tu cerebro hubiera quedado libre de prejuicios.

– ¿Por qué no dejamos que se largue? Apuesto diez contra uno a que Duncan lo matará – rio Coorh.

– De nada nos serviría que se lamentara en el infierno de no habernos creído -dijo Bruam.

– Dejemos esta inútil conversación – decidió Brenel, haciendo una indicación para que se acercaran a una amplia mesa cubierta con un cristal lleno de dibujos, alumbrado interiormente-. Gresh, éste es un plano de la ciudad. Los puntos rojos son nuestras tropas. Los vigías ya nos han alertado del avance enemigo. Los grupos Acero, representados por triángulos azules, forman el núcleo principal del ataque.

Gresh miró con interés el plano. Se dio cuenta de que la situación de los soldados imperiales en su aproximación a la ciudad era un buen ejemplo de lo que debía hacerse para iniciar una lucha urbana. Los puntos rojos estaban cerrando el cerco a los triángulos azules.

– Faltan menos de cincuenta minutos para que expire el plazo dado por el comandante -recordó Gresh, viendo cómo los nativos iban estrechando el cerco alrededor de las tropas imperiales.

-Atacaremos antes -afirmó Brenel-. No tenemos otra alternativa si queremos vencer. Necesitamos el factor sorpresa.

Gresh se volvió y vio que Coorh terminaba de ajustarse su coraza reflectora de energía, con la que podría salir ileso de un disparo no directo. Tomó un pesado fusil. Antes de marcharse dijo a guisa de saludo:

-Hasta la vista, amigos. Tengo que reunirme con mis hombres. Estaré con contacto con vosotros.

El teniente observó que Frigia se acercaba a Coorh y le besaba. Le habría gustado saber qué relación había entre ellos. Quizá eran más que amigos. ¿Esposos o amantes? Meneó la cabeza y decidió olvidado. No era el mejor momento para ocuparse de unos asuntos que debía considerar triviales.

Una de las paredes estaba ocupada por una pantalla. Acababa de encenderse y mostraba una de las avenidas de acceso a la ciudad. Por ella avanzaban carros de combate imperiales y tropas de asalto en vehículos blindados erizados de cañones.

La lucha dio comienzo antes de que el plazo terminase. Los soldados de las unidades Acero avanzaban confiados, seguros de su fuerza. De pronto partieron de los flancos andanadas de rayos energéticos que convergieron sobre ellos.

Varios carros quedaron convertidos en chatarra bajo el fuego de los proyectiles; tempestades de fuego. achicharraron a los hombres pese a la protección de sus equipos de combate.

A una señal de Brenel la dantesca imagen fue sustituida por otra. Por una arteria pública, que penetraba en la ciudad directamente desde la fortaleza, avanzaba una larga columna. El número de carros blindados era mayor y mostraba un orden de combate más defensivo. El ataque no tardó en iniciarse.

No resultó tan efectivo como el anterior para los rebeldes. Los mandos imperiales reaccionaron a tiempo y ordenaron la retirada, abandonando las vías laterales. Por minutos evitaron que el desastre fuera mayor.

Cuando parecía que la columna iba a avanzar de nuevo sobre la ciudad, en los edificios cercanos aparecieron cañones móviles. Cientos de piezas iniciaron al unísono el segundo ataque.

Los carros blindados habían empezado a evolucionar desde varios metros del suelo cuando una fuerza los atrajo hacia la superficie. El choque fue brutal y las máquinas reventaron, quedando convertidas en ingentes montones de aceros retorcidos.

La infantería fue presa del pánico, los soldados abandonaron los vehículos averiados y huyeron por la carretera que conducía a la fortaleza, arrojando armas y pertrechos. Pocos lograron alcanzar la ladera. Desde docenas de casas aparecieron figuras embutidas en corazas de combate de color verde, se desplegaron y cortaron el paso a los ´hombres en retirada.

Gresh cerró los ojos. No podía soportar ver que aquelIos desdichados, aunque fuesen tropas Acero, cayeran en la emboscada que los nativos les habían tendido.

Volvió a mirar la pantalIa. La imagen persistió los segundos suficientes para darse cuenta que unas docenas de fugitivos podían encontrar refugio en la fortaleza.

La escena cambió, pero difería poco de la anterior. Mostró otra parte de la ciudad, y una destrucción parecida o aún mayor antes. Empezaron a recibirse en la sala los informes de la lucha. La voz de Coorh sonó alborozada al anunciar:

– Les hemos vencido en todos los frentes, señores. Los únicos enemigos que quedan en la ciudad son nuestros prisioneros. Un par de centenares de las temidas tropas de elite huyen cobardemente hacia la fortaleza.

Brenel tomó la mano de Frigia y la apretó con fuerza.

Todos rieron, comentando el desarrolIo de la lucha.

– Calmaos – dijo Brenel-. Aún queda lo peor…

No terminó la frase. En la pequeña pantalIa por la que momentos antes habló Duncan, se sucedieron varias series de destelIos y el rostro del comandante, trémulo, se formó en medio de una turbulencia de luces. Tras gesticular, dijo roncamente:

– ¡Malditos seáis, hijos de perra! ¡No voy a tener piedad con vosotros! Os juro que no quedará ningún danghanita vivo que pueda ufanarse de haberme vencido. ¡Arrasaré la ciudad, la convertiré en un montón de ruinas y removeré en sus escombros hasta encontrar las malditas gemas!

Soltó a continuación una serie de palabras incomprensibles y desapareció del campo de visión. Detrás de él corrieron varios oficiales imperiales, muy pálidos, yendo de un lado para otro. Después, la escena se disipó y en su lugar brotó el frío color gris de la incomunicación.

Brenel murmuró:

– Utilizará la artillería de la fortaleza. Confiemos en que el escudo de energía que alzaremos podrá defender la ciudad. -Se permitió una leve sonrisa-. ¿Sorprendido, teniente? Además de armas importamos elementos defensivos, entre ellos un campo de fuerza, por cierto muy costoso. Puedes comprobar que invertimos bien el dinero.

– Cuando Duncan comprenda que tiene la partida perdida, hará saltar el planeta – dijo Frigía, preocupada.

Volvieron la atención a la pantalla, que volvía a mostrarIes el cruce de carreteras que conducían a la fortaleza. Diversas fuerzas danghanitas trataban de reorganizarse, recogían a los heridos, tanto propios como enemigos, y los transportaban a la retaguardia. Centenares de edificios de la periferia habían sido destruidos, pero sus habitantes fueron evacuados a tiempo a los refugios del centro de la urbe.

Sin volverse, Brenel dijo a Gresh:

– Teniente, ha lIegado el momento de que actúes. De tu habilidad dependerá la vida de muchos seres humanos. Tenemos un canal de televisión que Duncan no podrá interferir. La guarnición de la fortaleza escuchará tus palabras. Pídeles que dejen de luchar. Les ofrecemos una tregua hasta que una delegación imperialllegue a Dangha y abra una investigación justa. Puedes contar la verdad. No te pedimos que te unas a nuestra causa, sino que sirvas de intermediario ante las autoridades de la Tierra. Un deslizador te lIevará hasta nuestra base secreta, y de alIí a la Tierra en una nave. Vuelve a DaIlgha acompañado de la delegación y…

Brenel terminó de volverse y se quedó con la boca abierta. No vio a Gresh. Preguntó a los demás:

– ¿Dónde está el teniente?

Nadie había prestado atención a Gresh desde que comenzó la retirada de las fuerzas imperiales a la fortaleza. Se miraron confusos. La puerta del tondo, abierta, les hizo comprender lo que había pasado.

Frigia dijo:

– Ha huido.

Corrieron hacia la salida y encontraron al vigilante en el suelo, inconsciente al pie de la escalera que conducía a la planta baja.

Brenel se precipitó sobre un comunicador. Después de estErblecer contacto con Coorh, dijo:

.-Gresh Lernrny ha escapado. Tenéis que encontrarIe antes de que salga de salga de la ciudad. Intentará llegar a la fortaleza. Detenedle, encontradlo como sea. Mierda, toda esa zona reventará dentro de poco.

. -Ese idiota está loco -masculló Coorh-. ¿No ha comprendido que hará más por sus compañeros quedándose con nosotros? Si llega a la fortaleza, Duncan le matará. – Frigia empujó a Brenel y gritó al comunicador -: ¡Tienes que encontrarle antes de que sea tarde, Coorh!

Se escuchó la risa irónica de Coorh, quien dijo en tono tranquilizador:

– No te preocupes, pequeña. Procuraré que vuelvas a verle.

La muchacha, sintiéndose blanco de las miradas extrañadas de sus compañeros, salió y bajó corriendo la escalera.

Brenel abrió la boca para hablar, pero el inicio del bombardeo le hizo callar. El ataque de la fortaleza fue tan intenso corno esperado.

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Interplanetaria

9 Opiniones

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    Ender
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    Esto es subliteratura, dicho sea sin animo de ofender y si de definir. No comprendo por qué tiene que estar en esta página. La identificación de la literatura de géneros con los subproductos de consumo (los bolsilibros en los 60 y 70, y las franquicias hoy en día) no puede ser más pernicioso. Sobre todo para los principales perjudicados, que son la ciencia ficción y la fantasía.

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    Ymir
    on

    No entiendo esa sensación de ofensa que me parece desmedida. Aquí se publicó reseña de El Coyote, sin que nadie clamara al cielo por ello. Solo doy un ejemplo.

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    Ender
    on

    El coyote es literatura popular, no muy refinada, desde luego, pero parte de nuestra historia en papel. El orden estelar no pasa de ser bolsilibro… que me parece muy digno a la hora de dar de comer a un señor, pero no tan bien cuando se nos vende como obra literaria de décadas pasadas, no siendo más que libros de usar y tirar. Colocar eso al lado de la literatura de género, en este caso la ciencia ficción, es hacerle bastante daño y de eso me quejo.

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    Marlowe
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    Hay que ser más tolerante, hay mucho público al que le gusta la obra de Torres Quesada.

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    Machaca
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    Más tolerante en la actitud y más respetuoso en los modos. Empezar con disquisiciones sobre que El Coyote es literatura popular y El Orden Estelar subliteratura de consumo es rizar el rizo, ¿no te parece, Ender?

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    Marlowe
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    Todos podemos tener un mensaje "caliente" e infortunado, me interesa más el fondo de la cuestión. Una cosa es que por argumento y nivel no podamos decir que estamos ante una pluma de valor literario, la realidad de los textos te convence pronto de que eso es así, pero bueno, de ahí a decir que no merece figurar en un anticipo… buff, tío, hay un abismo muy grande.

    Es literatura de entretenimiento que gusta a cierto sector del público, soberano último en ese tema.

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    Morfeo
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    Hablo desde el respeto, me he leído la primera y es un poquito limitada… Tiene su encanto nostálgico, y no critico a quien le guste, ojo. A mí me ha dejado un poco desilusionado.

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    Anónimo
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    No apreciáis el valor de su obra, es muy entretenida.

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    Totti
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    No será la mejor obra de la historia, pero el autor demuestra oficio y entretiene, que es algo que han olvidado algunos grandes nombres que dicen mucho pero cuentan poco en sus mamotretos.

    Además, teniendo en cuenta la época en que fueron escritas las del Orden Estelar me parecen novelas más que dignas.

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