El Orgullo de Chanur

El Pacto es una inestable federación de especies alienígenas que mantienen relaciones comerciales entre ellas, así conviven, en un precaria paz, incluso antiguos enemigos como los habi y los kif.

Hasta que aparece un extraño y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro El Pacto, se trata de Tully, un humano fugitivo que huye de los malévolos kif, que se refugia en la nave El Orgullo de Chanur. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo’sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.

ANTICIPO:
…Y de nuevo fueron escupidas al espacio, a un lugar distinto visto entre sombras confusas. Un parpadeo multicolor ante sus ojos: la pantalla, los instrumentos automáticos buscando, registrando. Sigue consciente, no te apagues ahora, ahora no, mantén la mano en los controles…

-Funcionando -dijo una voz casi inaudible. Haral, trayéndola de vuelta desde la eternidad.

-Oh, dioses… -Otra voz distinta. ¿Hilfy? Una estrella apareció encuadrada en la pantalla y luego se esfumó.

-Comprobar referencias -dijo Pyanfar mientras sus ojos extraviados buscaban entre los instrumentos. Una luz roja encendida.

-Tengo un problema -dijo Haral, despertando un escalofrío en su columna vertebral-. No consigo identificación positiva de las referencias.

-Mantén el curso -empezó el proceso de anular el segundo salto, reduciendo la velocidad lo suficiente para que los sensores de búsqueda lograran situarse. Un gemido detrás de ella ante el brusco frenazo: sus manos temblaron sobre los controles, vacilando a centímetros del botón.

-Dioses, hemos fallado -gimió Haral, y unos segundos después oyó a Tirun:

-¡Anulad el salto! ¡Vamos hacia una masa!

Ante ellos se alzaba una forma oscura, la masa que les había arrancado de su salto, a punto de chocar con ellas. Los sensores se dieron cuenta de la inminencia de la colisión y las alarmas empezaron a sonar por toda la nave. Pyanfar redujo la velocidad, aún más bruscamente, torciendo el gesto al ver cómo las pantallas se cubrían de estática y una de ellas se apagaba. Algo se había roto.

-Girando -advirtió a la tripulación. La Orgullo se desvió y la sangre se agolpó de nuevo en la nariz de Pyanfar, en tanto que sus articulaciones, sus órganos y sus músculos se esforzaban, cada uno aparentemente en una dirección distinta. Lanzó un bufido y luchó con los músculos de sus ojos para no perder su foco visual, tensando los doloridos músculos de su mano para no alejarla de los controles. El monitor mostraba una distancia mínima pero suficiente. Pyanfar dejó que la nave siguiera su curso, casi rozando el obstáculo.

Una voz kit en el comunicador.

-Identificación: urgente -alguien estaba esperando también aquí, otro de los largos brazos de Akukkakkt montando guardia.

-Tía -la voz de Hilfy, muy débil, con un burbujeo líquido-. Kif…

-Lo he oído -Pyanfar resopló, oliendo a sangre o a sudor, lamiéndose los labios y percibiendo un regusto salado. En las pantallas aparecía una masa oscura suspendida sobre ellas muy cerca, increíblemente cerca. Ahora seguían emitiendo la canción knnn, un gemido que subía y bajaba por toda la escala musical, una mezcla de llanto y chasquido; eso debía engañar a los kif, era preciso. Haral y Tirun hablaban frenéticas entre sí, haciendo funcionar los sensores en busca de una salida.

-¡Lo tengo! -exclamó Haral de repente. Una estrella apareció en las referencias de la pantalla.

-No lo conseguiré -dijo Pyanfar. La masa estaba demasiado cerca. Ahora no tenían otra elección: debían pasar junto a ella esperando que…

-Identificación -insistió la voz del kit.

Los instrumentos se encendieron de pronto y las pantallas se cubrieron de estática.

-Eso fue un disparo -le dijo Pyanfar a Hilfy-. Gracias a los dioses, cayó por cierto en nuestra antigua trayectoria.

Un segundo destello: la Orgullo había devuelto el fuego de modo automático. Las alarmas sonaron de nuevo en un crescendo de terror mecánico.

-Proximidad de masa -dijo Pyanfar por el comunicador general en beneficio de quienes estuvieran abajo-. No vamos a chocar.

De pronto sintieron el sólido influjo de la masa cercana: una repentina variación en todos los instrumentos que registraban la relación masa/impulso, una floración de luces rojas y una marea de estática en la pantalla número cuatro: la masa de Punto Kita, un trozo de roca y cenizas que apenas si irradiaba calor en la oscuridad del espacio, sin ninguna luz, solitaria y lejos, demasiado lejos para que la Orgullo la arrastrara en su salto.

En las pantallas aparecieron destellos luminosos, enormes manchas que parecían brillar tanto como el sol en mitad de aquellas tinieblas, iluminando la superficie de.Kita. La roca que se habían llevado en su salto desde Urtur no había cambiado de rumbo y se estaba estrellando ahora en la masa oscura con velocidad casi lumínica, creando unos fuegos artificiales que ardían como flores en las tinieblas.

Pasaron velozmente por entre la pirotecnia y salieron despedidos como un proyectil de la honda con una torsión que hizo afluir nuevamente la sangre a la garganta de Pyanfar.

Todo se volvió gris…

… Otra vez consciente.

–¡Haral!

Un instante de frenética locura.

-¡Ahí! -su punto de referencia había vuelto a surgir en la pantalla. Una voz kif crujiendo, hablando con un considerable retraso a lo que debían estar recibiendo: entonces, había una segunda nave, fuera del cénit de Kita.

Una marea de fuego las golpeó.

Pyanfar conectó otra vez los impulsores al máximo con el aullido de los kit resonando en sus orejas y la estática que brotaba de todo el instrumental arrastrada en la estela de aquel caos. Intentó con todas sus fuerzas no perder la orientación y muy lentamente extendió su brazo dolorido mientras que la materia se deshacía a su alrededor y la nave, con todas ellas, yacía desnuda en el espacio intermedio y el tiempo se divertía con sus sentidos. Era imposible que los kif hubieran conseguido seguirlas. Habían pasado por el sitio más difícil y lo habían conseguido. Después de Kita deberían elegir un destino entre tres y luego de ese sería uno entre otros dos y las posibilidades se irían multiplicando. A los kit les costaría cada vez más reunir el número de naves necesario para seguir a la Orgullo.

-Nos vamos -dijo Haral y sus palabras parecieron prolongarse a través del infinito, despojadas de toda emoción hasta perderse en la nada. Eso ocurría cuando una nave se perdía, cuando daba un salto, y luego no conseguía salir de él. Quizás un limbo matemático; quizá caía de cabeza en el infierno mahendo´sat, donde demonios de cuatro brazos inventaban horrores siempre nuevos. Pyanfar vigilaba la pantalla, esperando que la imagen se perdiera. Tal vez el impacto había estropeado los motores, robándoles parte de su capacidad, quizás ahora se extraviaran para siempre…

… Segun,da llegada, una cegadora caída de los sentidos hasta el aquí y el ahora, otra vez. Pyanfar se acercó al panel y ordenó una búsqueda en todos los monitores. En el comunicador se oía ya una señal: la baliza del sistema Kirdu, una asombrosamente bella voz mahendo´sat indicando la zona de salto.

-¡Lo logramos! -gritó Hilfy-. Lo logramos.

-Recepción clara, estamos dentro de la zona -dijo Pyanfar con orgullo mal disimulado. Accionó los motores para reducir velocidad y su orgullo se fue evaporando al darse cuenta de que el impulso vacilaba, no siendo tan fuerte como debería.

-¿Capitana? -La voz de Haral.

-Ya me he dado cuenta.

-¿Mantengo la transmisión knnn? -le preguntó Hilfy.

-Sí -Pyanfar no apartaba los ojos de los diales, examinando el impulso-. Traza vector de entrada -le ordenó a Tirun-. Puede que llevemos con nosotras algo de polvo y rocas todavía.

-Creo que perdimos la mayoría de rocas en Kita -murmuró Tirun. Empezó a transmitir nuevamente el esquema por la pantalla y luego envió un aviso por el ordenador, esperando ayudar con ello un poco a cualquier nave lenta que se encontrara en línea con el vector de entrada de la Orgullo y su posible cortejo de polvo y rocas. La velocidad siguió bajando a medida que el débil impulso de frenado iba acumulándose.

-Eso está mejor -dijo Pyanfar, tragando saliva-. Hilfy, ¿tienes algún cálculo de duración?

-Aproximado -dijo Hilfy con voz débil-. He calculado unos treinta minutos hasta la estación.

Cerca, por los dioses, casi demasiado. Pyanfar siguió disparando impulsos de frenado lo más seguido posible, con los ojos clavados en el centro de la pantalla en la que aparecía la transmisión enviada por la boya de la estación, que localizaba todas las naves, planetas y objetos de gran tamaño que había en el sistema. Los mecanismos automáticos habían captado el aviso de la Orgullo y habían trazado una zona cónica de peligro cuya punta cortaba el cénit del sistema.

-Precisando el rumbo -dijo Haral al mismo tiempo que otro esquema aparecía en la pantalla número dos. El ajuste era mínimo: reducir velocidad, decían las letras luminosas que se encendían y apagaban, Pyanfar disparó otra vez el impulso de frenado y llevó a cabo el ajuste, sintiendo que le costaba concentrarse: la cabeza le daba vueltas a causa de la prolongada tensión del pilotaje a velocidades tan altas, teniendo que forzar su mente para abarcar escalas de distancia y velocidad tan enormes que incluso el ordenador de la nave aplicaba un programa especial para manejadas.

-¡Justo en el blanco! -gritó Tirun al encajarse las líneas de la pantalla.

Por fin estaban en el rumbo preciso, avanzando sanas y salvas por el sendero que la estación le había asignado de antemano a la siguiente nave que entrara en esa zona. Pyanfar respiró con algo más de tranquilidad, los ojos aún clavados en el monitor, intentando calcular hasta qué punto podrían reducir aún la velocidad y con qué rapidez. Si un minero estaba donde no debía, si una nave prospectora había salido por alguna razón particular sin avisar antes a la estación, si algún estúpido se cruzaba en el sendero de entrada, si aparecía uno de esos locos knnn o chi, con los que nunca había forma de razonar, poniendo en peligro la navegación allá donde iban.

Sintió que algo le corría por la piel: sudor o sangre. Resopló levemente y se limpió la nariz, los ojos fijos en la pantalla y la mano en el botón. Todavía se encontraban en una situación arriesgada; entrando a toda velocidad, confiando en la suerte y las estadísticas, en que todo el tráfico se encontrara exactamente allí donde debía estar. Era posible hacer eso varias veces durante una vida y confiar en que no se te acabará la suerte.

-Recibiendo señal de la estación -dijo Hilfy-. Creo que ahora son tc´a. Se debe a nuestra emisión knnn.

-Córtala. Manda a la estación nuestra auténtica señal de identificación. Informa de que hemos sufrido un ataque pirata; daños y situación de emergencia, probablemente llevamos polvo y rocas siguiéndonos.

-Entendido -dijo Hilfy.

Pyanfar conectó de nuevo el frenado, obligando a la nave a que se ajustara un poco más a lo que sería una velocidad racional, y un tablero se llenó de luces rojas. Pyanfar activó un tablero de emergencia mientras que Haral se quitaba el cinturón y se inclinaba en el orificio que había junto a su consola, efectuando frenéticos reajustes.

Dioses, quizás hubiera kif en el muelle de Kirdu. Lo más seguro era que hubiera kif allí y muy posiblemente uno de ellos vendría de Urtur. Pero ahora estaban en Kirdu: los mahendo´sat se encontraban aquí en territorio propio, tenían la suficiente dentadura para protegerlo y no aceptarían ningún jaleo causado por visitantes. Pedirían explicaciones por su modo de entrar, claro, y ojalá los dioses no permitieran que el polvo arrastrado en su entrada diera en algún blanco perteneciente a los mahendo´sat, o tendrían que darles algo más que una explicación.

-Algo ha salido de la estación -dijo Tirun y una imagen apareció en la pantalla número dos. Cuatro naves, una detrás de otra, avanzando hacia la Orgullo para interceptada, sus contornos algo borrosos por el retraso en la transmisión.

-Hilfy -dijo Pyanfar-, da la señal de alerta general a todas las naves hani dentro del sistema.

-Hecho -dijo Hilfy, obedeciéndola. Haral volvió a su puesto, empezando a trabajar con premura en el computador.

En la pantalla número uno aparecieron las primeras estimaciones de posición sobre las naves recién avistadas y sobre el resto del sistema. Probablemente se trataría de la guardia de la estación: la Orgullo había quebrantado un buen montón de reglas desde el mismo instante de su entrada. En esos instantes, sin duda, algún desgarbado oficial de estación mahe estaba enterrado entre montones de libros legales buscando penas que aplicar. Pyanfar arrugó la nariz al pensar en las multas, los recargos y las discusiones.

-Recibiendo señal de las naves que han abandonado la estación -dijo Hilfy-. Son mahendo´sat, confirmado.

-Bien -Pyanfar emitió un suspiro de alivio. Otras posibilidades mucho peores no habían estado fuera de lo concebible-. Geran -dijo por el comunicador general, Chur. ¿Me recibís ahí abajo? Estamos bien y la estación nos envía una escolta.

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