Golden Idols

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En medio de aquellos zapatos, pantalones, cinturones, camisetas y peinados, se sentía extraño. Sabía muy bien que aquello de ir a un concierto sin «maquearse» para la ocasión, sólo se le ocurriría a un tonto. Nadie iba a pensar en alguien que no había tenido tiempo de pasar por casa después de trabajar. Pero él estaba allí, haciendo cola para entrar en la sala con un traje marrón de raya diplomática, una camisa beis y corbata burdeos.

Se acercó a los puestos con discos de la entrada, no lo podía evitar, eran vinilos y él, ahora, tenía un sueldo. Al ver algo interesante, se preguntó qué iba a hacer con ellos. El del tenderete lo miraba un poco raro, por lo que no confiaba en que se los guardase. Siguió rebuscando entre las cajas con cara de póker y anotó mentalmente por si tenía suerte después del concierto. Estaba tan a disgusto como cuando se vistió con un chándal de los años del instituto para ir al funeral del padre de Juan pensando que era imprescindible ir de negro; intentar negociar con alguien que tendría que esforzase en entenderlo en inglés, no era una opción.

Había apostado por calzar los zapatos que no correspondían y ya todo parecía perdido. Estaba en Dinamarca, con lo que ni siquera lograba entender lo que murmuraba la gente era sobre él. Era el momento de beber a dolor y emborracharse hasta la muerte… pero un concierto de «Luxurious Dew» valía demasiado la pena como para olvidarlo. Aún así, algo tomaría, aunque sólo fuese para tener bien cargadas las pilas. Se acercó a la barra. Volvió a recorrer el local con la vista; ¡ostia!, no se había fijado en las chapas. Si se ponía una chapa pavera, podría pasar por alguien menos normal, disimular su pinta de trabajador marrón de oficina. Pero le daba corte ir a comprarse una chapa. Se sentía observado, el más observado, todos se darían cuenta de que la chapa se la acababa de comprar, sólo conseguiría ser más ridículo y dejar alguna marca en la maldita chaqueta.

Intentó apurar los minutos. Se movió por la sala, como si eso no lo hiciese más llamativo. Intentó acercare al escenario, conseguir un buen puesto. Recorrió las caras en busca de un rasgo amigo: alguien de la oficina, el camarero de algún bar por el que hubiese asomado el gaznate, un vecino del bloque, el revisor del autobús o, simplemente, alguien que también estuviese sólo con aspecto amigable. Pensó en que podría haberse puesto por debajo de la camisa una de sus camiseta de algodón que le permitiese lograr alguna mirada de aprobación, y lamentó que no se le hubiese ocurrido antes de salir de casa. El tiempo no quería avanzar. La multitud lo agobiaba cada vez más. Se volvía suspicazmente paranoico y esperaba en tensión que en cualquier momento alguno de aquellos descendientes de vikingo lo increpase. Si se apagasen las luces y empezase la actuación, el centro de atención sería otro y él podría justificar cualquier empujón por el ritmo de la sala, sin tener que defenderse.

Mientras pensaba en cómo la ginebra le estaba calentando las tripas, la música de ambiente paró. En el escenario negro se movieron cinco sombras silenciosas entre el zumbido de unas viejas máquinas de humo expirando niebla artificial. Entre la oscuridad se veían dedos golpeando micrófonos, manos enganchando cables y luces verdes bailando. Alguien atravesó corriendo el escenario. El público mantiene la respiración expectante. Se escuchan vasos abandonados en la barra, en las esquinas. Alguien tose. Empieza a sonar el bajo de MB imponiendo un nuevo ritmo el en corazón de los presentes. Se encienden unos focos en el fondo del escenario que nos deslumbran mientras tres sombras se alargan, negras, hasta convertirse en un terrorífico mosaico al fondo de la sala. Dos brazos que transformados en colas de escorpión amenazan con sus púas las guitarras. El micro de Jesús empieza a girar, despacio, en el aire, como la honda de David. ¡Dos guillotinas intentan cortar doce cuerdas de acero! ¡Sólo consiguen sacar una dulce distorsión! ¡LA LUZ LO INUNDA TODO! ¡DESLUMBRANTE! ¡RESPONDIENDO A LA LLAMADA DE LAS CUERDAS SE DESPIERTA EL TRUENO CON UN REDOBLE! ¡EL CORAZÓN DEL PLANETA SE ACELERA! ¡Y LA VOZ DE JESÚS NOS SOMETE! Se hace la luz y con ella desaparece el triste empleado de oficina.Los «Luxurious Dew», vestidos todos con traje marrón de raya diplomática, camisa beis y corbata burdeos, han empezado la función.

Interplanetaria

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