← Historia natural de los ricos Los amigos del crimen perfecto → 20.000 leguas de viaje submarino marzo 03, 2003 46 Opiniones Julio Verne Género : Aventuras Un monstruo submarino, una cosa enorme, ha sido avistado por muchos navíos a través de todo el mundo. Una expedición organizada en la potente fragata norteamericana Abraham Lincoln se dispone a purgar los mares de este monstruo inquietante. A bordo se encuentran Pierre Aronnax, profesor del Museo de París; Conseil, su fiel criado; y Ned Land, famoso arponero canadiense. Así comienza Veinte mil leguas de viaje submarino, una de las más típicas y al mismo tiempo atípicas aventuras del mar, ya que, alejada de la narrativa realista e incursionando en la ciencia ficción, es sin embargo una maravillosa descripción de los peligros y misterios de las aguas insondables. Julio Verne, el maestro de la novela de anticipación, precedente de la ciencia-ficción, fue también un cultivador único de la aventura, y las páginas de sus novelas están llenas de toda clase de prodigios mecánicos y situaciones arriesgadas, así como de héroes un tanto peculiares, de los cuales el inolvidable Nemo, capitán del Nautilus, es el más memorable. 20.000 leguas de viaje submarino es novela esencial que aún mantiene, ciento cincuenta años después de escrita, la capacidad de sorprender y emocionar. Y atención a los apéndices de esta edición, que incluyen un dossier con información diversa sobre el origen y fin del inolvidable capitán Nemo, una galería ilustrada de personajes y un artículo inédito del propio Julio Verne sobre el futuro del submarino, cuando en los inicios del siglo XX este prodigio técnico ya era una realidad. ANTICIPO: Ejecutadas estas órdenes, la fragata se alejó rápidamente de la fuente luminosa. Me equivoco. Quiso alejarse, pero el ser sobrenatural se acercó con una velocidad doble a la suya. Estábamos angustiados, manteniéndonos mudos e inmóviles por el pasmo más bien que el temor. El animal se nos aproximaba con mucha rapidez. Dio la vuelta a la fragata, que entonces corría a catorce nudos, y la envolvió en su halo eléctrico como entre una polvareda luminosa. Después se alejó dos o tres millas, dejando un rastro fosforescente semejante a los torbellinos de vapor que despide para atrás la locomotora de un expreso. Súbitamente, desde los oscuros límites del horizonte, donde fue para buscar impulso, el monstruo se lanzó sobre el Abraham Lincoln con asombrosa rapidez, se detuvo bruscamente a veinte pies de sus cintas, no sumergiéndose en las aguas, puesto que su brillo no sufrió degradación alguna, sino de repente, y como si el manantial de tan brillante efluvio se hubiese agotado de pronto. Después apareció de nuevo al otro costado, ya fuese porque había dado la vuelta, o ya pasado por debajo del casco. A cada momento podía ocurrir una colisión que hubiera sido fatal para nosotros. Entretanto, las maniobras de la fragata me tenían atónito. Huía y no atacaba. Era perseguida en vez de perseguir, y así lo advertí al comandante Farragut. Su semblante, que en circunstancias ordinarias estaba impasible, revelaba entonces un indefinible asombro. -Señor Aronnax -me respondió-, yo no sé qué es ese ser formidable con quien he de luchar, y no quiero exponer imprudentemente mi fragata en medio de esta oscuridad. Por otro lado, ¿cómo atacar lo desconocido, cómo defenderse de él? Aguardemos el día y los papeles se trocarán. -¿Ya no tiene duda alguna sobre la naturaleza del animal? -No, señor: es evidentemente un narval gigantesco, pero también un narval eléctrico. -Tal vez no podemos acercamos a él, como sucede con los gimnotos y las tremielgas. -En efecto -respondió el comandante Farragut-, y si posee dentro de sí una potencia fulminante, es con toda la seguridad el animal más terrible que haya surgido nunca de las manos del Creador. Por eso estaré en guardia, señor. Toda la tripulación estuvo en vela durante la noche. Nadie pensaba en dormir. No pudiendo el Abraham Lincoln competir en velocidad, había moderado su marcha y andaba a poco vapor. Por su parte, el narval, imitando a la fragata, se dejaba mecer a merced de las olas y parecía decidido a no abandonar el teatro de la lucha. Hacia medianoche, sin embargo, desapareció, o para emplear una expresión más exacta, «se apagó», como si fuera una gran luciérnaga. ¿Había escapado? Era de temer y no de esperar que así sucediese. Pero a la una menos siete minutos de la madrugada, se oyó un potente silbido, semejante al que produce un chorro de agua despedido con extrema violencia. El comandante Farragut, Ned Land y yo estábamos en la toldilla, dirigiendo ávidas miradas a través de las profundas tinieblas. -Ned Land -dijo el comandante-, usted ha oído a menudo el rugir a las ballenas, ¿no es así? -Con frecuencia, señor; pero nunca a ballenas cuyo hallazgo me haya producido un beneficio de dos mil dólares. -En efecto, tiene usted derecho a la prima. Pero, dígame, ¿ese ruido no es semejante al que producen los cetáceos cuando despiden el agua por sus respiraderos? -Idéntico, señor, pero éste es incomparablemente más fuerte. No hay, pues, motivo de error. Es efectivamente un cetáceo el que está en nuestras aguas. Con su permiso, señor, le diremos dos palabritas mañana al amanecer. -Si está de humor para atenderle, maese Land -respondí yo con tono convencido. -Deje que me ponga a tiro de arpón -dijo el canadiense- y preciso será que me escuche. -Pero para eso -repuso el comandante- tendré que poner una ballenera a su disposición. -Indudablemente. -Esto será jugar con la vida de mis hombres. -¡ Y la mía !-respondió llanamente el arponero. Hacia las dos de la mañana, el foco luminoso reapareció, no con menos intensidad; a cinco millas a barlovento del Abraham Líncoln. A pesar de la distancia, del ruido del viento y del mar, se oían claramente los formidables coletazos que daba sobre las aguas e incluso su respiración jadeante. Parecía que, al subir el enorme narval a respirar en la superficie del océano, el aire se precipitaba en sus pulmones como el vapor en los enormes cilindros de una máquina de dos mil caballos. «jHum! -pensaba yo-. Una ballena que tuviese la fuerza de un regimiento de caballería, ¡sería una bonita ballena!» Todos estuvieron alerta hasta el alba y se prepararon para el combate. A lo largo de las bordas se dispusieron los ingenios de pesca. El segundo hizo cargar los trabucos capaces de lanzar un arpón a una milla y las piezas que arrojan balas explosivas, cuya herida es mortal hasta para los animales más poderosos. Ned Land se había contentado con afilar su arpón, arma terrible en su mano. A las seis comenzaba a clarear el día, y con los primeros fulgores desapareció el resplandor eléctrico del narval. A las siete ya era de día, pero una bruma matutina muy espesa estrechaba el horizonte, sin que pudieran penetrada los mejores anteojos. Esto provocó a bordo el surgimiento de la decepción y la rabia. Trepé hasta la cofa de mesana. Algunos oficiales se habían encaramado ya en lo alto de los demás palos. A las ocho, la bruma se arremolinó pesadamente sobre las aguas y sus gruesas volutas se levantaron poco a poco. El horizonte se despejaba y purificaba a la vez. De repente se escuchó, como la víspera, la voz de Ned Land. -¡La cosa en cuestión, a babor por la popa! -gritó el arponero. Todas las miradas se dirigieron al punto indicado. Allá, a milla y media de la fragata, un cuerpo largo y negruzco sobre salía un metro sobre las olas. Su cola, agitada con violencia, producía un enorme remolino. Nunca había batido el mar con tal violencia ningún apéndice caudal. Una estela inmensa de resplandeciente blancura señalaba el paso del animal y describía una curva prolongada. La fragata se acercó al cetáceo. Lo examiné con toda serenidad de ánimo. Las relaciones del Shannon y del Helvetia habían exagerado algo sus dimensiones y calculé que su longitud no pasaba de doscientos cincuenta pies. En cuanto a su grosor, no podía apreciado bien; pero, en suma, el animal me pareció estar admirablemente proporcionado en sus tres dimensiones. Mientras lo observaba, aquel ser fenomenal lanzó por sus respiraderos dos chorros de vapor y de agua que alcanzaron una altura de cuarenta metros, lo cual me aclaró su modo de respiración. Deduje definitivamente que pertenecía al tipo de los vertebrados, clase de los mamíferos, subclase de los monodelfos, superorden de los pisciformes, orden de los cetáceos, familia de… De ahí no podía yo pasar. El orden de los cetáceos comprende tres familias: las ballenas, los cachalotes y los delfines, y en esta última están clasificados los narvales. Cada una de estas familias se divide en varios géneros, cada género en especies, y cada especie en variedades. Variedad, especie, género y familia me faltaban aún, pero no dudaba yo de completar mi clasificación con la ayuda del cielo y del comandante Farragut. La tripulación aguardaba con impaciencia las órdenes de su jefe, quien, después de haber observado con atención el animal, mandó llamar al ingeniero. Éste acudió sin demora. -¿Tenemos suficiente presión? -preguntó el comandante. -Sí, señor -respondió el ingeniero. -¡Bien, forzad los fuegos ya toda máquina! Tres hurras acogieron esta orden. La hora del combate había llegado. Algunos momentos después las dos chimeneas de la fragata derramaban torrentes de humo y la cubierta se estremecía con el trepidar de las calderas. El Abraham Lincoln, impulsado por su poderosa hélice, se dirigió en línea recta sobre el animal. Éste lo dejó acercar con indiferencia a medio cable de distancia; después, desdeñando sumergirse, cobró una ligera velocidad y se contentó con mantenerse a distancia. Esta persecución se prolongó durante unos tres cuartos de hora, sin que la fragata ganase ni dos toesas al cetáceo. Era evidente que con aquella marcha no se lo alcanzaría jamás. El comandante Farragut se retorcía con furia la espesa barba de su mentón. -¡Ned Land! -gritó. El canadiense acudió a la orden. -¿Me aconseja todavía que arríe las balleneras al mar? -No, señor -respondió Ned Land-, el animal no se dejará coger. -¿Qué hacemos entonces? -Forzar el vapor mientras se pueda. En cuanto a mí, con su permiso, se entiende, voy a instalarme en los barbiquejos del bauprés, y, si llegamos a tiro de arpón, la arponearé. -Adelante, Ned Land -respondió el comandante Farragut-. ¡Ingeniero! -gritó-. ¡Aumente la presión! Ned Land se fue a su puesto. Las calderas se activaron; la hélice dio cuarenta y tres vueltas por minuto y el vapor se escapaba por las válvulas. Echada la corredera, se comprobó que el Abraham Lincoln andaba a razón de dieciocho millas y cinco décimas por hora. Pero el maldito animal corría también con una velocidad de dieciocho millas y cinco décimas. Durante una hora, la fragata siguió avanzando sin ganar ni una toesa. Esto era humillante para uno de los mejores barcos de la armada norteamericana. Cundía entre la tripulación una ira sorda y los marineros maldecían al monstruo. El comandante Farragut ya no se contentaba con retorcer su barba, la mordía. Llamó otra vez al ingeniero. -¿Hemos llegado al máximo de presión? -le preguntó el comandante. -Sí, señor -respondió el ingeniero. -¿Y las válvulas están cargadas…? -A seis atmósferas y media. -Cárguelas a diez. He aquí una orden norteamericana. ¡No hubieran hecho otro tanto en el Mississippi para distanciar a una competidora! -Conseil-dije a mi buen criado, que estaba junto a mí-, ¿sabes que probablemente vamos a saltar por los aires? -Como el señor guste -respondió Conseil. Pues bien, declaro que no me disgustaba correr aquel riesgo. Las válvulas se cargaron. Se atestaron los hornos de carbón. Los ventiladores enviaron torrentes de aire a los fogones. La velocidad del Abraham Líncoln aumentó. Sus mástiles retemblaron hasta las carlingas y los torbellinos de humo podían apenas hallar paso por las chimeneas demasiado estrechas. Se echó la corredera por segunda vez. -¿Cómo vamos, timonel? -preguntó el comandante Farragut. -Diecinueve millas y tres décimas, señor. -¡Forzad los fuegos! El ingeniero obedeció. El manómetro señaló diez atmósferas. Pero el misterioso cetáceo también «avivó sus fuegos», porque corrió asimismo sus diecinueve millas y tres décimas ¡Qué persecución! No, no puedo describir la emoción que hacía vibrar todo mi ser. Ned Land estaba en su puesto con el arpón en la mano. Algunas veces el animal nos dejaba acercar. -¡Lo alcanzamos, lo alcanzamos! -gritaba el canadiense. Y luego, cuando se disponía ha arponearlo, el cetáceo huía con una rapidez que no puedo apreciar en menos de treinta millas por hora. Y aun se permitió burlarse de la fragata, dando una vuelta alrededor de ella cuando más aprisa andaba. De todos los pechos brotó un grito de furor. A mediodía no estábamos mejor que a las ocho de la mañana. El comandante Farragut se decidió entonces a emplear medios más directos. -¡Ahi -exclamó-. Ese animal corre más que el Abraham Líncoln. ¡Pues bien! Vamos a ver si dejará atrás a las balas de nuestro cañón. ¡Contramaestre, unos hombres a la pieza de proa! Tweet Acerca de Interplanetaria Más post de Interplanetaria »
QUATERMAIN on 3 marzo, 2003 at 6:27 pm Tal vez a los lectores más jóvenes les pueda parecer algo desfasado, pero opino que Julio Vernes es un MAESTRO, un autor fundamental para entender la literatura de aventuras, fantástica y de ciencia-ficción. Sus libros fundamentales deberían figurar en cualquier biblioteca que se precie, pues su lectura nunca defrauda. Répondre
W. Belloso on 3 marzo, 2003 at 6:37 pm ¿Por qué desfasado? En algunos momentos sus ilustraciones cientificas pueden ser un poco plúmbeas, pero eso pasa con toda la literatura según avanzan los tiempos. La gran literatura no debe ser olvidada y es bueno que esté en las estanterias para que las nuevas generaciones puedan llegar a ella. Y si esta es verdad que tiene apendices, mejor que mejor. No hay en España muchas ediciones con apendices que no sean de las novelas consagradas de siempre. Répondre
TAIPAN on 5 marzo, 2003 at 5:17 pm Con los años, éste libro se ha vuelto un tostón, es demasiado largo, demasiado pesado. ¿Qué es lo que consigue convertir a un libro en un clásico? Que el paso del tiempo no impide que se lea con gusto y se disfrute de él. Han pasado demasiados años desde que Verne escribió las 20.000 leguas. Hoy el libro aburre a las vacas en determinados pasajes. ¿Que otros muchos libros de la actualidad también lo hacen? Cierto, pero tampoco son clásicos. Répondre
Totti on 6 marzo, 2003 at 1:36 am Tú no te has leido el estracto que han colocado aqui, no? Y eso que no está entero, que todavía retumban en mis oidos el grito de Ned Land de: -¡Ohé! ¡La cosa en cuestión, a sotavento, por el través! Répondre
Thor on 15 marzo, 2003 at 12:29 am No merecerían este tipo de libros la clasificación general de clásicos. Por un lado son libros de los de toda la vida, por otra es cierto que esa etiqueta ya advierte de que puede haber trozos obsoletos debido al paso del tiempo. Répondre
Ighor on 17 marzo, 2003 at 5:17 pm Supongo que lo que dices no es afirmación y sí pregunta: ¿no merecerían…? Pues si es así, tal vez tengas razón y hay que llamarles clásicos. Répondre
Antares on 21 marzo, 2003 at 2:49 pm 20.000 leguas de viaje submarino está el primero en cuanto a votaciones y eso da que pensar. ¿No hay nada moderno digno de competir con los clásicos? Répondre
Siluro on 22 marzo, 2003 at 3:32 am Precisamente el ser un clásico le da la categoría de cinco estrellas. Algo más moderno aún tiene que pasar la prueba del tiempo antes de tenerlo. Répondre
Hulkoner on 22 marzo, 2003 at 1:06 pm Pues yo lo siento. 20.000 leguas, como más o menos todo lo del Verne, me parece una aventurita, más apta para nostálgicos de las épocas viejas que un libro con valor real en el siglo veintiuno. Répondre
josemiguel on 22 marzo, 2003 at 4:30 pm Me gustaría creer que sí 🙂 Tiempo al tiempo, llegará la gran esperanza blanca, o espero que así sea. Hay muchos libros, pero la lista no es infinita. Répondre
Xuart on 22 marzo, 2003 at 9:58 pm Coincido contigo en que sólo el tiempo hace justicia a los libros y los pone en su sitio. También creo que Julio Verne ha envejecido bastante mal, con sus notables excepciones, y ésta es una de ellas. Me ha gustado bastante el fragmento, y recuerdo con cariño la lectura que hice hace un par de años. Por supuesto que sobre gustos no hay nada escrito, faltaría más,pero disiento totalmente de tu opinión. Répondre
Thor on 24 marzo, 2003 at 11:16 am Yo sigo pensando que estos libros pueden defraudar a los que no estan bien advertidos. Hay trozos que son un puro coñazo. Répondre
Xico on 24 marzo, 2003 at 8:49 pm No lo entiendo tio. A mi 20.000 leguas me parece, en general, una novela de lo más fresca, quitando algunos párrafos que no son más que concesiones a los gustos editoriales de la época. Pero cada novela hay que leerla en su contexto. Répondre
Germ on 25 marzo, 2003 at 3:28 pm Toy de acuerdo con Xico, pero me gustaría que me dieseis más información sobre esas notas y añadidos. ¿Es posible? Répondre
Salom on 28 marzo, 2003 at 7:32 pm Quiero decir que he vuelto a leer 20.000 leguas de viaje submarino, porque todo esto me ha picado la curiosidad. Está siendo un redescubrimiento feliz y quiero dar las gracias por ello aquí. Répondre
Bibliomano on 11 abril, 2003 at 7:45 pm Es posible, como se ha dicho en este foro, que haya trozos de Jules Verne que están ya desfasados desde el punto de vista literario, aunque habría que preguntarse hasta que punto pertenecen de verdad al autor o son concesiones obligadas a la época… que son lo más volatil y efímero de toda obra. Pero en esencia, en conjunto, Jules Verne es un autor vigente pese a todos sus defectos y, al igual que Emilio Salgari, un maestro para cualquier escritor de aventuras, y un pilar fundamental en la cultura literaria de cualquier lector de este género. Quiero recordar que Verne no escribió ni una ni dos ni tres grandes novelas, sino literalmente docenas, desde esta 20.000 leguas de viaje submarino a Miguel Strogoff, pasando por La vuelta al mundo en 80 dias, Un capitán de 15 años o los hijos del capitán Grant. Demasiadas grandes novelas y muy distintas entre ellas como para ser fruto de la casualidad. La altura de Jules Verne es incuestionable y el tiempo no hay hecho sino encumbrarle en el lugar que merece. Répondre
DrX on 13 abril, 2003 at 12:57 pm La lista de títulos de Verne es, en efecto, impresionante, y abarca bastante más de cien obras de todo tipo, incluidas varias teatrales. Van de lo olvidable al oro puro, a pesar de esos trozos que, como bien han señalado otros aquí, son obsoletos. ¿Cuál sería la lista de títulos vernianos que debieran estar en toda biblioteca del buen aficionado? Dad vuestras opiniones. Yo por mi parte, por señalar cinco, diría: 20.000 leguas de viaje submarino. La vuelta al mundo en 80 días. Miguel Strogoff. Viaje al centro de la Tierra. De la Tierra a la Luna. Répondre
Alberto on 14 abril, 2003 at 9:26 am Yo incluiría también alguno de sus libros más políticos, como "Los Naufragos del Jonathan" o "Los quinientos millones de la Begun" Répondre
Salman on 16 abril, 2003 at 7:34 pm Lei hace mucho Un capitán de quince años y me encantó. Miedo me da en cambio leerlo ahora no sea que me decepcione, como me ha ocurrido con tantas lecturas de la infancia. Répondre
Lucius on 18 abril, 2003 at 7:08 pm Esa me parece más primitiva que otras, muy melodramática a su manera. Pero también yo la leí hace mucho. Tendría que echar una nueva lectura para opinar más a fondo. Répondre
Montero on 23 abril, 2003 at 11:05 am Siempre se ha dicho que Verne es, unido a H.G. Wells, el padre de la ciencia-ficción. Pero hasta qué punto es eso un topico? Para mi que en buena parte es una afirmación que no se sostiene demasiado. Répondre
DrX on 23 abril, 2003 at 7:50 pm La ciencia-ficción, o las tendencias que van a crear la ciencia-ficción arrancan desde antes de esos dos autores. Eso está claro. Pero la difusión y la importancia que sus obras tienen los hacen capitales a la hora de hablar del nacimiento del género. En ese sentido, sí que pueden ser llamados padres de la cf. En el sentido de que fueron ellos, uno, otro o los dos, los que crearon el género, pues por supuesto que no. Répondre
Ymir on 24 abril, 2003 at 4:58 pm La ciencia ficción no deja de ser una evolución lógica de unas ramas de la literatura. Verne, como Welles, estaban allí… pero la ciencia ficción hubiera nacido sin ellos también, porque las condiciones sociales estaban ya listas. Répondre
Thor on 28 abril, 2003 at 11:19 am Yo estoy convencido de que sin Verne, y sobre todo sin Welles, la ciencia ficcion no hubiera sido lo mismo ni mucho menos. Asi que no estoy del todo de acuerdo. Répondre
Rastan on 10 junio, 2004 at 1:12 am Las dos últimas novelas que he leído han sido precisamente Viaje al centro de la Tierra y 20.000 leguas de viaje submarino y particularmente me quedo con la primera. La novela de que trata el asunto de este foro me gustó mucho en los momentos de aventura, que sin duda me encantaron, pero las múltiples páginas dedicadas a la descripción de la fauna y flora submarina son bastante más atragantables. Répondre
Sandra Van Zanten on 30 enero, 2005 at 2:42 pm Hola a todos. ¿Podrían informarme dónde puedo encontrar un buen análisis de este libro? Personajes principales, personajes secundarios etc?. pueden informe a mi direccion hotmail (sandrajuly19@hotmail.com). Gracias Répondre
DrX on 30 enero, 2005 at 10:03 pm Esta es la única edicion anotada que anda actualmente circulando en español, si la de Anaya no se encuentra. Répondre
ring on 9 noviembre, 2005 at 10:39 pm Las 20 mil de Julio Verne es grande por el potencial de crear paisajes en el mundo del lector, por la chispa que prende al despertar la curiosidad por las profundidades de la naturaleza. Ahora veo el mar de diferente forma. Puede que no a todos les guste, pero yo doy gracias de que haya existido ese genio escritor. saludos a todos Répondre
pq on 29 diciembre, 2005 at 1:17 pm El libro en sí, no es que sea una obra de la literatura universal, pero Julio Verne con su fantasía nos lleva más allá, y siempre tendrá un hueco en la literatura universal, es quizás el primer gran maestro de la ciencia ficción Répondre
julio verne on 18 agosto, 2006 at 6:04 pm nesecito argumento personajes tiempo espacio y el analisis literario Répondre
julio verne on 21 noviembre, 2006 at 7:08 am hola nesesito una respues ta rapida por que tengo una tarea creo que tu puedes saber cuales son los principales personasjes de 2000 lenguas de viaje submarino los nesesito si me puedes ayudar por favor agregame no me mandes mensajes agregame atu msn o si no tienes manda me un mensaje los nesesito para el martes en la noche o si puedes ahorita por favor ayudame los nesesito contactame a rferman92@hotmail.com Répondre
Alberto on 21 noviembre, 2006 at 9:40 am Esto es un foro de literatura, no el Ricón del Vago. Si quieres que alguien haga la tarea por tí, mejor que aprendas a buscar con google. Répondre
JULIO VENER on 24 noviembre, 2006 at 1:29 am NECESITO LOS PERSONAJESPRINCIPALESDE20.000LEGUAS DE VIAJESUBMARINO Répondre
pregunta on 7 diciembre, 2006 at 3:08 pm Es que este es su primo, el libertino, que se cambió el apellido Verne por el de Vener… a lo mejor le pareció más sugerente. Répondre
julio verne on 10 junio, 2007 at 4:00 pm el nombre de los personajes primarios y secundarios de la obra Répondre
fettes on 20 mayo, 2008 at 12:32 pm Es posible que el estilo de Verne sea un poco añejo, y que las relaciones de peces y demás de este libro sean pesadas, pero al margen del valor literario, lo cierto es que el poso que te queda del libro, aún pasado mucho tiempo tras su lectura, es muy dulce y las aventuras leídas se recuerdan con gusto. Para mí es el mejor de Verne. Répondre
fettes on 20 mayo, 2008 at 12:35 pm 20000 leguas de viaje submarino La isla misteriosa Los hijos del Capitán Grant Miguel Strogoff Matías Sandorf Répondre
JavJimBar on 20 mayo, 2008 at 2:39 pm Coincido plenamente con la lista de Fettes, cambiando quizás "Los hijos del capitán Grant" por "Viaje al centro de la tierra" Répondre
gandalin on 2 julio, 2008 at 11:54 am Yo disfruté como un enano con Miguel Strogoff, para mí la mejor quizá no en el entorno de aventura, ya que le falta un poco de acción, si no en el de novela histórica, ya que es una verdadera crónica de la Rusia zarista del siglo XiX, la mezcolanza de pueblos que poblaba Rusia y la grandeza del imperio La originalidad de la ceguera fingida de Miguel Strogoff en la escena final es una de las sorpresas más bellas del final de un libro que he leido. Me han dicho que "El castillo de los Cárpatos" es muy buena también, aunque no conozco la faceta de Verne como autor de terror. Saludos Répondre
lili stephany on 19 junio, 2010 at 5:55 pm kisiera ke me digeran toda la informacion de la obra de julio verne veinte mil leguas de viaje submarino: el inicio el nudo el decenlace personajes principales y secundarios espacio y tiempo en ke se da la obra el mensaje el lenguaje utilizado conclusion(pekeño resumen de la obra) analisis(en ke consiste el analisis de la obra) porfavor es muy urgente nesecito ke me ayuden 😀 🙂 Répondre
wendy on 28 octubre, 2010 at 1:00 am [b][b][color=teal][size=6][font=verdana]no ahi lo k busco [/font] [/size] [/color] [/b] [/b] :-\ Répondre
wendy on 28 octubre, 2010 at 1:00 am [b][b][color=teal][size=6][font=verdana]no ahi lo k busco [/font] [/size] [/color] [/b] [/b] :-\ Répondre