← El triunfo de Sharpe El camino blanco → Adiós, Hemingway mayo 13, 2006 1 Opinión Leonardo Padura Género : Negra En la memoria de Mario Conde todavía brilla el recuerdo de su visita a Cojímar de la mano de su abuelo. Aquella tarde de 1960, en el pequeño pueblo de pescadores, el niño tuvo la ocasión de ver a Hemingway en persona y, movido por una extraña fascinación, se atrevió a saludarlo. Cuarenta años más tarde, abandonado su cargo de teniente investigador en la policía de La Habana y dedicado a vender libros de segunda mano, Mario Conde se ve empujado a regresar a Finca Vigía, la casa museo de Hemingway en las afueras de La Habana, para enfrentarse a un extraño caso: en el jardín de la propiedad han sido descubiertos los restos de un hombre que, según la autopsia, murió hace cuarenta años de dos tiros en el pecho. Junto al cadáver aparecerá también una placa del FBI. Mientras Conde trata de desentrañar lo que sucedió allí la noche del 2 al 3 de octubre de 1958, la novela nos permite asistir a los últimos años del escritor norteamericano, a sus obsesiones, miedos y a su entorno habanero, desde donde refulgen algunos objetos inquietantes, como ese revólver del calibre 22 que el escritor guarda envuelto en una prenda íntima de Ava Gardner. Tweet Acerca de Interplanetaria Más post de Interplanetaria »
Frau Hesselius on 14 agosto, 2006 at 8:39 pm Aviso para Pepe: esta novela de Padura también abruma por la melancolía. De nuevo pone al ex policía Mario Conde a bucear entre libros, donde más disfruta este sabueso, para resolver un asesinato ocurrido, al igual que en La neblina del ayer, hace más de 40 años. Esta vez aparece un cadáver en la finca que Hemingway tenía en el pueblecito de Cojímar, cerca de La Habana. La verdad es que no tienen que estrujarse demasiado los sesos para resolver el caso. Es de colegiales: blanco y en botella. Casi un fraude, pero a Padura le ha servido para recrear la vida cotidiana del escritor norteamericano en su finca y para reivindicar, frente al Hemingway amante de la sangre y el alcohol, al pobre anciano que se quitó la vida tras sufrir brutales tratamientos de electroshock y el implacable acoso del FBI. Como intriga hay más bien poca, lo que nos puede valer es todo lo que nos descubre Padura sobre Hemingway. Me quedo con la técnica del iceberg y con El gran río de los dos corazones (un cuento cuya existencia no conocía), pero también son interesantes algunas recetas de variedades del daiquiri o el hecho de que el gran amante de la caza viviera con más de cincuenta gatos. Un saludo. Répondre