Correspondencia: José Ortega y Gasset, Helene Weyl

José Ortega y Gasset y su traductora alemana Helene Weyl formaron parte de dos grandes comunidades de intelectuales europeos: Ortega, representante de la filosofía académica en España y Helene Weyl, representante de una intelectualidad vivida más allá de cualquier corsé academicista. Su correspondencia documenta el desarrollo de dos grandes espíritus europeos así como la singular intersección de estos dos mundos y culturas a través de un momento histórico difícil y turbulento del siglo XX.

El gran filósofo español José Ortega y Gasset y su traductora al alemán Helene Weyl intercambiaron correspondencia en una época turbulenta, entre los años 1923 y 1946. La catedrática de filosofía María Isabel Peña Aguado y la editora de este epistolario, Gesine Märtens, presentan que es testimonio del atrevimiento del pensamiento europeo más allá de las fronteras lingüísticas y culturales. Jaime de Salas intervendrá presentando el contexto histórico. El Secretario General de la Fundación José Ortega y Gasset, Jesús Sánchez Lambás, estará presente en el acto.

ANTICIPO:
De filósofo español a autor alemán (1926-1928)

Hella Weyl, 13 de enero de 1926, Zúrich

Mi muy admirado profesor;

Permítame que yo también me dé por aludida ante el ondular de la bandera blanca que ondea usted con tal ingenioso garbo al final de su carta a mi marido y acuda a su encuentro con las manos extendidas para expresarle mi más sincero agradecimiento por los libros que me llegaron de usted. Debido a su firma al principio, tengo la impresión de que se han convertido en «míos» por un principio mayor; del mismo modo siento que el autor de esas obras, que me arrebatan y entusiasman, ya no es sólo un nombre sino casi una figura. Mi marido me dijo que me concede usted el permiso de elegir una selección de sus textos según mis preferencias para una traducción al alemán. El poder decir su palabra otra vez en alemán es una tarea cuya responsabilidad siento de verdad; su confianza en mí me asusta casi tanto como me complace.

Quiero intentar sin embargo afinar mi instrumento de tal manera que encuentren en él resonancia las diversas melodías con las que usted hace sonar su música.

Puesto que me concede usted plenos e ilimitados poderes me gustaría usarlos igualmente de un modo ilimitado. Si le parece bien me gustaría preparar una selección de sus cinco obras: España invertebrada. La deshumanización del arte, El tema del nuestro tiempo. Meditaciones del Quijote; Meditación de Don Juan. No sé si estará de acuerdo con mi interpretación, pero se me antoja que más que una teoría filosófica lo que quiere dar usted es una nueva sensación del mundo y la vida; y quiero que el lector alemán conozca —a ser posible mediante diferentes objetos— su maravillosa manera de penetrar con amor en lo más grande y lo más pequeño, en los seres humanos y en las cosas así como que se deje llevar por el gran raudal de vida. De las cuatro primeras obras ya he escogido una selección; la «Meditación de Don Juan» es la única que todavía no he obtenido, para mi desesperación, debido a la negligencia de mi librero; ni que decir tiene que se trata precisamente del libro que espero con más ansiedad, porque creo que usted se debe de mover ahí como en su propio reino. Espero, sin embargo, tenerlo pronto en mis manos y tal vez me permita que vuelva a escribirle cuando haya aclarado finalmente mi plan. En lo que a la editorial se refiere, es una cuestión que en este momento podría degenerar en un grave problema; teniendo en cuenta las desfavorables circunstancias en el mercado del libro alemán, lo más prudente seria preguntar a la editorial de la Pbihsophische Akaáemie Eriangen puesto que usted es colaborador del «Symposium». En el caso de que el doctor Benary esté dispuesto a hacerse cargo de la traducción en su editorial, será probablemente él mismo quien prosiga las negociaciones con usted. Espero que esté usted de acuerdo con mi propuesta.

Con agradecimiento y gran admiración le saluda su sinceramente devota.

HELLA WEYL

Hella Weyl. 7 de marzo de 1927, Rihmíz

Muy admirado Profesor:

Si bien por todas partes se me advierte y profetiza que nunca recibiré una respuesta, tengo que intentar irrumpir en el aislamiento de su despacho, puesto que las cosas están ya tan avanzadas que tengo que pedirle su autorización expresa y al mismo tiempo que ordene de algún modo la parte material de mis traducejas.

El Neue Schweizer Rundschau desea publicar su paráfrasis sobre La ética de la antigüedad de Howald Ética de los griegos así como su ensayo «Vitalidad, alma, espíritu». La Ética ya la he traducido a petición del doctor Rychners y la he mandado a la redacción. De Vitalidad, alma, espíritu sólo tengo de momento el final del número de noviembre de la Revista, en cuya traducción estoy trabajando; no he conseguido obtener de la Revista el volumen V de su Espectador, pero todavía espero tras algunos asaltos vencer finalmente, de modo que esa obra también se imprima en alemán antes del verano.

El Índice del volumen V del Espectador promete tantas cosas interesantes que ya estoy dándole vueltas a muchos planes, de los cuales, dado el interés que está empezando a despertar su persona en Alemania, ciertamente una parte de ellos se convertirá en realidad.

Le ruego por favor que me conceda el permiso de traducción para los citados ensayos y para esos dos casos, sí es posible, aclarar en principio la cuestión de los honorarios como le parezca bien a usted. […]

Hemos pasado la segunda mitad del semestre de invierno en Gotinga, donde mi marido ha dado clases como profesor invitado. Allí los Geiger, a quien usted visitó en Munich, nos dieron recuerdos para usted. Se los mando por escrito ya que no sé cómo de pronto o tarde mi destino me va a conceder la oportunidad de hablar con usted. ¿No lo vamos a ver ni siquiera por Zúrich? Pasaremos allí todo el verano, el próximo invierno, no obstante, lo pasaremos probablemente en Norteamérica que atrae a mi marido como un imán.

Con los mejores deseos su lealmente devota

HELLA WEYL

Ortega, 30 de abril de 1927, Madrid

Amiga mía;

¿Me permite usted que comience así anticipando con el deseo la realidad? Comprendo que no tengo ningún derecho a ella, a pesar de la generosidad con que usted desde un rincón del mundo ha llamado a este que yo ocupo. Va para dos anos que recibí de usted una carta encantadora, una de esas pocas cartas que se reciben con auténtica emoción y que sólo es capaz de escribir una mujer cuando es capaz de escribirla con una alegría y una gentileza ejemplares. En ella avanzaba usted hacia mí, tendiéndome sus dos manos donde estaba el tesoro de su amistad… ¡Y yo no he respondido a esa carta!

Lo más Justo será que renuncie a justificarme. Prefiero presentarme ante usted como culpable: así eludo su justicia y espero gozar de su clemencia, que es sustancia mucho más dulce. A lo que no renuncio es a decirle a usted estas tres cosas: 1.º que me ha hecho sufrir y me ha dado una triste idea de mí mismo este mi punible silencio; 2.° que merced a él he podido calentar toda la bondad lujosa, toda la genialidad de sentimiento que hay en su alma; 3.º que al dejar a usted durante dos años con las manos tendidas, vibrando en el aire, me complacía hacer ver mejor todo lo que en ellas hay de palomas, de ala que se agita estremecida de espíritu.

La respuesta seria, que me pide usted en su última carta de Rebbnitz, va aparte. Permítame usted que no contamine estas páginas cordiales y pueriles con seriedad ninguna de orden literario. Solo hablaré de sus traducciones porque éstas son para mí un hecho sentimental y no editorial. ¡Qué admirable trabajo ha hecho usted en todo lo que he visto ya publicado! ¡Cómo sigue usted la curva de mi estilo, esa curva que es lo más personal y como privado del escritor, que es lo que la obra conserva de gesto subjetivo! La idea y aún la imagen son impersonales siempre: la línea de la prosa, la melodía de la frase son, en cambio, algo que no nace solo del espíritu —Geist ist immer Allgemeines— sino del alma y del cuerpo. Siempre he aspirado a que mis escritos sean inseparables de mí como lo es mi respiración y los movimientos de mis manos. Para esto era menester que yo dejase en ellas el ritmo de mi respiración y algo como de danza muscular.— Y es maravilloso que usted perciba todos estos elementos intransferibles desde una lengua extraña.

Lo que no comprendo bien es que puedan interesar mis caprichos literarios a lectores alemanes. La única defensa posible de mis escritos, como de ciertos crímenes, es que están compuestos sin premeditación. Todos ellos son producción vertiginosa dedicada a periódicos. Jamás he releído usa página mía después de escrita. (Por eso están llenas de erratas no solo en la impresión sino hasta en el manuscrito, según me aseguran los amigos.) He aquí por qué no suelo contestar: a las casas editoriales extranjeras que me piden derecho de traducción (Entre paréntesis, Reichl solicitó hace un ano la versión de todas mis obras [¡!] y ahora se desinteresa)

En este sentido, proclamo mi irresponsabilidad respecto a la publicación alemana de mis ensayos. Toda ella recaerá sobre usted que, atraída por el encanto romántico de lo distante cree oportuno transportar a Alemania los ardores de un corazón español. Muy especialmente digo esto de trozos como esa Ética de los griegos que me llega ahora magníficamente vestida en un traje teutón. Con un atavío de princesa de Westfalia. Me ha impuesto tanto en su nueva fortuna que la he recibido como a una dama de cuento que llega de inciertas lejanías. Pero no puedo olvidar que en su primer avatar fue no más que una humilde nota bibliográfica dirigida desde un diario a un público sin ningún conocimiento, a quien es preciso exponer cosas elementales y sabidas en todo el mundo.

No ha recibido usted El espectador V porque no se ha publicado aún. Está impreso desde octubre, salvo un pliego final que ahora he dado, envío a usted hoy las capillas del libro y dentro de más días irá el volumen entero. Si cree usted de interés el trozo Vitalidad, alma, espíritu ponga usted en sus manos mágicas, manos de Titania que acarician la cabeza del asno.

El ensayo para Neue Rundschau no lo he escrito aun. Se titulará: «Der deutsche Gelehrte und der französische "ecrivain". Eine europäische Studie». En cuanto se me ocurran algunas ideas que puedan decentemente ir bajo ese título, las escribiré y se las enviaré a esa ciudad que tiene un lago a sus pies.

Leí hace casi un año la Philosophie der Mathematik de su marido a quien admiro en alto grado. Es portentosa la claridad y elegancia de su pensamiento e increíble el saber histórico que agrega a su saber sistemático. Veo, por otra parte, que en esta otra ha preferido retener su opinión sobre ciertas cuestiones capitales. Esto le obliga a damos pronto una obra en que formule su juicio decisivo que yo espero con dramática curiosidad. (Por supuesto, yo no entiendo nada de rebus mathematicis y mi entusiasmo por las obras de Weyl es principalmente estético.)

Recibí la tarjeta postal colectiva de Florencia. Estoy muy apesadumbrado por los disgustos recientes por los que ha pasado nuestra amiga María Luisa. Espero verla pronto Es muy probable que les haga a ustedes una visita a Zúrich este verano (agosto). Me sería muy grato conocer a quien tanta gratitud debo.

¡La amistad de mis manos en las dos manos gentiles que han esperado tan generosamente casi dos años! Ruego a usted que salude al señor Weyl y que una y otro conozcan desde lejos mi leal simpatía, mi admiración y mí agradecimiento.

ORTEGA

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Interplanetaria

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