Deepsix

En Deepsix, Jack MacDevitt nos lleva de vuelta al universo que creara en Las máquinas de Dios. Es un universo hostil a la escasa vida que ha aflorado en él. Maleiva III no es una excepción: está próximo a ser aniquilado por un cataclismo cósmico.

A última hora se descubren vestigios de una inteligencia muerta entre sus selvas y glaciares, y una expedición arqueológica es enviada apresuradamente a investigar. Pero un accidente deja al equipo varado en el planeta cuando quedan pocas horas para la desintegración. La investigación se convierte entonces en una lucha por la supervivencia mientras desde el espacio, equipos de científicos, periodistas y turistas que han acudido a presenciar el espectacular acontecimiento organizan una improvisada operación de rescate.

ANTICIPO:
El Wendy aún se encontraba a un par de horas del objeto, pero ya estaba lo bastante cerca para obtener buenas imágenes, que se mostraban desde diversos ángulos en una hilera de pantallas del control de proyectos. El personal de Beekman se apiñaba delante de los monitores y los paneles de control.

El objeto había resultado ser un conjunto de quince ejes individuales, conectados por bandas dispuestas a intervalos regulares de unos ochenta kilómetros. Había ocho en el perímetro, seis más en un anillo interno y otro en el centro. Sus dimensiones eran idénticas: todos tenían un diámetro de unos setecientos cincuenta centímetros y eran lo bastante largos como para extenderse desde Nueva York hasta Seattle. Había un espacio considerable entre cada uno de ellos, de modo que Marcel podía ver las estrellas que brillaban al otro lado de la estructura.

En uno de los extremos había un asteroide rocoso atrapado en una red. Es como una piruleta gigante con el palo proyectado hacia el estado vecino, pensó Maree!

El extremo opuesto del asteroide simplemente se interrumpía, aunque de él colgaban algunos cables. Marcel advirtió que los quince cilindros habían sido cortados con esmero, hecho que sugería que el objeto no se había desprendido de una estructura mayor, sino que había sido liberado.

-Es un objeto imposible -dijo Beekman, que estaba encantado con el descubrimiento-. Demasiada masa para un cuerpo tan estrecho.

-¿Realmente es algo tan insólito? -preguntó Marcel-. Se encuentra en el espacio, de modo que no pesa nada.

-Aún así, sigue teniendo masa… y gran parte de ésta se encuentra a lo largo de la estructura.

Marcel analizaba su configuración: el asteroide se encontraba en el punto más alto del artefacto, cuyo extremo inferior señalaba hacia Deepsix.

Beekman siguió su mirada.

-Al menos, su posición es la que cabría esperar.

-¿Tiene una órbita estable?

-Sí. Podría llevar allí miles de años, pero…

-¿Qué?

Dejó escapar un gruñido de desconcierto.

-Simplemente, no podría haberse mantenido unido. Me gustaría saber de qué está hecho.

John Drummond, un joven matemático de Oxford, apartó la mirada de la pantalla. -De imposibilium -dijo.

Marcel, fascinado, observó la imagen.. Aquel objeto era tan largo que no podían verlo en una única pantalla, a no ser que redujeran la imagen hasta que prácticamente fuera invisible. Estaban utilizando cinco monitores dispuestos en hilera: el asteroide aparecía en el que se situaba más a la izquierda y los cables, en el último de la derecha.

-No es ninguna nave, ¿verdad? -preguntó.

-No -respondió Beekman, moviendo la cabeza enérgicamente-. Seguro que no. Sería imposible.

-¿Entonces qué es? ¿Un muelle? ¿Una estación para repostar?

Observaron una de las abrazaderas, que parecía ser un simple bloque de metal de dos metros de espesor que sujetaba los quince ejes.

-¿De dónde crees que procede?

Beekman sacudió la cabeza.

-De Deepsix. ¿De dónde si no?

-Pero no hay indicios de que tuvieran una tecnología similar a ésta.

-Pero no sabemos nada de ellos, Marcel. Esa tecnología podría estar enterrada bajo el hielo. La torre de Kellie podría tener miles de años de antigüedad, y recuerda que hace unos siglos tampoco nosotros parecíamos estar muy desarrollados.

Marcel era incapaz de creer que todos los indicios de una civilización altamente tecnológica pudieran desaparecer.

Beekman suspiró.

-La prueba está ahí, Marcel-se frotó la frente, como si le doliera la cabeza-. Pero como todavía no tenemos ninguna respuesta, debemos ser pacientes.

Observó las pantallas e intercambió una mirada con Drummond.

-Probablemente es un contrapeso –conjeturó éste. Drummond era un hombre de tamaño medio y normalmente torpe. Un joven delgado con signos de alopecia prematura que parecía tener dificultades para adaptarse a la baja gravedad. Trabajaba en el Wendy porque muchos le consideraban un genio.

-¿Contrapeso? -dijo Marcel-. ¿De qué?

-Un gancho espacial. -Beekman miró a Drummond, que asintió-. Aparte de eso, no se me ocurre nada más.

-¿Estás diciendo que es un ascensor que iba desde la superficie hasta la órbita baja? -Sí, exactamente.

Marcel vio diversas sonrisas.

-En mi opinión, un gancho espacial no tiene ningún sentido. Conocemos la tecnología de supresión y podemos poner las naves en órbita. ¿Para qué molestarse…? -se interrumpió-. ¡Oh!.

-En efecto -dijo Beekman-. Fuera quien fuera quien construyó esto, no conocía los supresores. Sin embargo, tenía algo que nosotros no tenemos. Nunca podríamos haber construido algo así y conseguir que se mantuviera unido.

-De acuerdo -dijo Marcel-. Si lo he entendido bien, lo que me estáis diciendo es que ésta es la parte del gancho espacial que permanece en el espacio y proporciona equilibrio a la sección que va hasta el suelo, ¿no?

-Sí.

-Pero eso nos lleva a otra pregunta.

-En efecto -dijo Beekman-: ¿Dónde es.tá el resto de la estructura? Si eliminas el contrapeso, todo lo demás cae.

-Si eso hubiera sucedido, ¿no lo habríamos visto?

-Supongo que sí.

-Quizá lo eliminaron cerca de la base del ascensor. Si hubiera sido así…

-Habría salido proyectado hacia el espacio y navegaría a la deriva.

-y tendría que haber otro objeto como éste en alguna parte.

-Podría ser. Sí.

-¿Estamos diciendo que primero lo construyeron y después lo desmontaron? -Quizá se rompió.

Se retiraron al despacho del director de proyectos y Beekman le indicó que tomara asiento. Un enorme globo de Deepsix se alzaba en un rincón.

-Esto es de locos -dijo Marcel-. Es imposible esconder un gancho espacial, ya sea en el espacio o en la superficie.

-Puede que los trozos que cayeron estén enterrados bajo el hielo -propuso Beekman-. La verdad es que apenas podemos ver la superficie.

Buscó el ecuador del globo y empezó a girado.

-Sin embargo –continuó-, tendría que estar por aquí. En la línea del ecuador, donde podemos ver el suelo.

Buscaron imágenes de Maleiva III y empezaron a examinarlas. La mayor parte del ecuador eran océanos. La línea cruzaba algunas islas en el Coraggio, al este de Transitoria, seguía dando la vuelta al globo sin separarse en ningún momento del agua, cruzaba Tempus Septentrional, saltaba el Mar Brumoso y regresaba a Transitoria a unos doscien tos kilómetros al sur del Punto Burbage. La torre.

-Aquí -dijo Beekman, señalando el archipiélago-. O aquí.

La costa occidental de Transitoria.

-¿Por qué? -preguntó Marcel.

-En ambos se alzan grandes montañas. Para instalar un objeto como éste es necesario disponer de una base. lo más elevada posible, de modo que lo mas normal es escoger la cima de una montaña.

-Pero una estructura como ésa sería enorme.

-Por supuesto.

. -Entonces, ¿dónde está? -Marcel examinó ambos lugares. El archipiélago, donde diversas montañas gigantescas se alzaban sobre islas que parecían ser volcánicas. Y la cordillera costera, formada por una cadena montañosa con las cimas envueltas en nubes.

-No lo sé -dijo Beekman.

-Si tuvieras un gancho espacial y éste se derrumbara, ¿hacia dónde caería? El director del proyecto sonrió.

-Hacia abajo.

-Te lo digo en serio. ¿No caería hacia el oeste?

-Existe cierta tendencia a caer en esa dirección, pero estamos hablando de una estructura de miles de kilómetros de altura. Supongo que en su mayor parte caería en vertical. – alguien llamó, a la puerta. .Beekman abrió y le indicó a Drummond que pasara-. Si estuviera aqui, en Transitoria, la base podría estar escondida en uno de esos picos que quedan ocultos entre las nubes… pero eso seguiría sin explicar adónde fueron a parar los escombros. Deben de estar diseminados por la zona. .

Marcel miró a Drummond.

-Puede que no -dijo éste-. Imagina que deseas derribado causando un impacto mínimo en el terreno. ¿Qué harías?

-No tengo ni idea, John -contestó Beekman-. Pero supongo que intentaría separar el eje en un punto que permitiera que la mayor parte de la estructura fuera arrastrada por el contrapeso. Lo que quedara…

-Caería hacia el oeste… en el océano -Beekman golpeó la mesa con los dedos-. Es posible, pero tendrías que contar con la ayuda de un ingeniero extremadamente bueno. Además, ¿para que iban a querer derribarla? Construir esa estructura debió de ser una pesadilla arquitectónica.

-Quizá desarrollaron la tecnología de supresión y dejaron de necesitada. O quizá se estaba convirtiendo en un peligro. Supongo que una cosa de esas necesita mucho mantenimiento.

-Bueno -Beekman se encogió de hombros-. En esa cordillera hay varias montañas. Dentro de un rato habrá un satélite orbital en la zona. ¿Por qué no conectamos algunos escáneres e intentamos descubrir algo?

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Interplanetaria

1 Opinión

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  • Avatar
    manolo
    on

    El libro produce sensaciones contradictorias.

    Tiene unas cuantas buenas ideas, un par de parajes estupendos donde desarrollar la acción, buenos misterios… pero el autor se preocupa más en las pajas mentales de los personajes que en el resto. Es cuestión de gustos, y sé que a mcDevitt le gusta tratar los personajes (los mima, según la pestaña), pero uno debe conocer sus carencias y sus virtudes, y McDevitt no es un buen creador ni desarrollador de personajes. Es bueno en otras cosas que, no entiendo por qué, parece querer relegar en sus ultimos libros.

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