El Hombre de Troya

La vida y los viajes de Schliemann tienen algo de predestinación y algo de obstinación, tal vez a partes iguales.
Desde niño, y motivado por las lecturas que su padre le hacía de los poemas épicos de Homero, creyó ciegamente que Troya, una cuidad nacida de la fantasía, existió realmente.
Contra todo pronóstico, y prácticamente sin apoyos, comenzó la búsqueda de aquellas ciudades «inventadas» y… ¡las encontró!
Tras una infancia y una adolescencia difícil, tras sobrevivir a un naufragio frente a las costas de Holanda rumbo a América, tras montar un imperio empresarial, tras arruinarse y recuperarse y tras un largo etc. de vicisitudes… ¿Quién podría decir que este hombre de aspecto entre severo y puritano encontraría tiempo para aprender 12 idiomas de manera autodidacta? ¿Quién podría decir que su carácter positivo no encontraba diferencia entre la ruina y el éxito? ¿Quién podría decir que, por creer una leyenda, pasaría él mismo a formar parte de la Historia?
Ciertamente, la vida de Schliemann podría novelarse o filmarse, y así llegar a todo el mundo, y no solo, tal vez, a los amantes de la arqueología, porque esta es, realmente, una buena historia.

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Interplanetaria

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