El Imperio Elevado

El Emperador ha gobernado con firmeza, como un dios viviente, su poderoso imperio durante dieciséis siglos. Lo ha conseguido debido a que puede otorgar una especie de vida eterna. Así, ha creado una élite conocida como los Elevados. Su poder ha sido absoluto. Nadie puede tocarlo.

Mientras, los humanos alterados mecánicamente. El Rix, tratan de acabar con su tiranía y suplantarlo con su propia dinastía cibernética. Su último logro ha sido el secuestro de la Emperatriz Infante. El capitán Laurent Zai recibe la misión de liberarla. Separados por años luz, Zai y su amada, la senadora pacifista Nara Oxham, envuelta en una maraña política, deben enfrentarse al desafío de El Rix. Tendrán el destino de toda la galaxia en sus manos.

Scott Westerfeld es uno de los autores del género con más calidad literaria en la actualidad. De hecho, una de sus novelas fue seleccionada por el New York Times como la mejor del año, por su cuidado de los personajes, la atención al lenguaje, y su afán de crear historias llenas de ritmo y sentido de la maravilla.

ANTICIPO:
El escuadrón observó la cámara del consejo desde la posición ventajosa que les proporcionaba un conducto de ventilación. Que¬daban tres naves.

La piloto Ramones había perdido su Inteligenciador al intentar atravesar las defensas automáticas. Los rix habían instalado rayos láser que disparaban aleatoriamente en las salas que rodeaban la cámara del congreso, y uno de ellos había tenido mucha suerte. Con la suficiente potencia como para matar a un hombre, había vapori¬zado la nave de Ramones.

Bajo el escuadrón, las formas humanas, tanto de los rehenes como de los rix, eran vagas. Las cámaras de los Inteligenciadores eran demasiado pequeñas para captar con claridad objetos grandes desde tanta distancia. El escuadrón tendría que acercarse.

La atmósfera de la habitación estaba llena de interceptores. Flotaban como una neblina, repelidos del conducto de ventilación por la corriente de aire.

-Obtengo señales de toda la habitación, señor -informó Hendrik-. Más de un interceptor por centímetro cuadrado.

Marx emitió un silbido. Desde luego, los rix tenían recursos. Y estos interceptores eran más grandes que los que habían tenido que esquivar en el recibidor. Tenían siete brazos cada uno, con alas giratorias independientes. El cerebro, relativamente grande, y la bolsa sensorial colgaban bajo los brazos extendidos, de tal forma que la nave parecía una araña invertida. Marx ya se había enfren¬tado a este tipo de nave antes. Incluso con un décimo de la densidad actual, sería difícil atravesar esta nube.

-Nos abriremos camino por la parte superior -decidió Marx -y luego nos dejaremos caer a ciegas. Intentad aterrizar en la mesa.

La mayoría de los rehenes estaba sentada a la larga mesa que había más abajo. La mesa transmitiría el sonido; una buena base para escuchar. Su superficie brillaba con los destellos afilados del metal o la piedra pulida en el ultrasónar de Marx.

Las tres pequeñas naves avanzaron, pegándose al techo. Marx vigilaba atento el nivel de combustible. La máquina estaba llegando al límite de su potencia. Si no hubiera sido por la brisa de cola que le llevó los últimos sesenta metros por el sistema de ventilación, dudaba que su Inteligenciador hubiera llegado tan lejos.

El techo se deslizaba justo sobre la nave de Marx, un horizonte invertido. Interceptores rix inundaban su visión como nubes.

-¡Maldita sea! Me han cogido, señor -anunció Woltes veinte segundos después de iniciar el movimiento.

-Pasa a extensión completa _rdenó Marx-. Muere matando.

Marx y Hendrik aceleraron, dejando atrás la agonía de la destrucción de Woltes. El camino parecía despejado. Si podían llegar al centro de la habitación, era posible que consiguieran aterrizar sin ser detectados.

De repente, la máquina de Marx se inclinó hacia un lado. A su derecha vio moverse una garra, unida al costado de su nave. Dos brazos más se sacudían aproximándose.

-Me tienen -anunció. Consideró brevemente hacerse con el control de la nave de Hendrik. Después de todo, si esta misión fracasaba sería su Error de Sangre.

Pero quizás había otra forma de solucionarlo.

-Sigue adelante, Hendrlk -dijo-. Cíñete al plan. Voy a bajar.

-Buena suerte, señor.

Marx extendió el espolón de su Inteligenciador. Se aferró a la nanomáquina atacante, luchando contra la fuerza de sus brazos.

Lanzó la nave hacia delante con los últimos resquicios de potencia.

El espolón se introdujo en el compartimiento del cerebro central. El interceptor murió inmediatamente. Pero sus garras se habían con¬gelado aún aferradas a su máquina, Y un conmutador liberaba marcadores de presa en una ventisca que envolvía ambas naves.

-Por fin te tengo -siseó Marx a la araña muerta empalada frente a él.

Ahora empezaba la diversión.

Marx giró su máquina de tal forma que el ala giratoria empujara su nave y su carga sin vida hacia abajo. Desplegó sus sensores a media longitud Y su visión se hizo borrosa y temblorosa a medida que la inteligencia artificial intentaba extrapolar su entorno con datos insuficientes. Las dos nanonaves cayeron juntas, muy depri¬sa ahora.

-¡Mierda! -gritó Hendrik-. Me han cogido.

Marx cambió a la visión de su segundo piloto. Tenía dos interceptores encima, y otro venía en camino. Se dio cuenta de que su nave era la única esperanza.

-Estás muerta, Hendrik. Monta un poco de jaleo. Tengo un nuevo plan.

Fue soltando proyectiles cada pocos segundos mientras su pequeña nave caía en picado. Con un poco de suerte, alcanzaría a alguno de los interceptores que siguiera los marcadores de presa. En cualquier caso, su Inteligenciador, con sobrepeso, caía más rápido de lo que podían ir sus enemigos. Sin piloto y con un cerebro del tamaño de una célula, no se les ocurriría darle la vuelta a su ala giratoria.

Observó el altímetro. Por encima de él, Hendrlk gruñía mientras luchaba por mantener su nave viva, el sonido alejándose poco a poco a medida que caía a toda velocidad. Cincuenta centímetros de altura… cuarenta… treinta…

A veintidós centímetros de la mesa, la nave de Marx chocó con otro interceptor. Tres de las alas giratorias del enemigo se enredaron en los brazos muertos de su captor, lo que provocó que los finos ventiladores de músculo de caroono se detuvieran bruscamente. Disparó los proyec¬tiles que le quedaban y rezó para que mataran al nuevo interceptor antes de que sus garras llegaran a su nave. A continuación replegó completamente sus sensores y se hundió en la oscuridad.

Esperó veinte segundos. Si su nave había sobrevivido, ya estaría sobre la mesa. El Inteligenciador de Hendrik había sucumbido hacía unos momentos, con su sistema de transmisión hecho pedazos por una medusa hambrienta de batallas. Ahora todo dependía de Mane

Le asaltó una oleada de pánico en la oscuridad de la cabina. ¿Y si su nave estaba muerta? Había perdido docenas de naves antes, pero siempre en situaciones aceptables; no había una sola mancha en su informe. Pero ahora todo estaba en juego. No se admitiría el fracaso. Su propia vida estaba en juego, casi como si realmente estuviera ahí abajo, en esa pequeña nave, rodeado de enemigos. Casi se sentía como un gato de Schr6dinger perversamente consciente de sí mismo, preocupado por su propio destino antes de abrir la caja. Marx envió la orden de conexión.

La óptica mostró el interceptor muerto cubriendo la nave de

Marx. Pero había escapado de los otros. Murmuró una pequeña plegaria de agradecimiento.

El Inteligenciador confirmó que estaba sobre una superficie. Las señales de eco localización venían de todas direcciones; una luna creciente extrañamente simétrica se extendía ante él. Los reflejos sugerían que la nave de Marx había caído cerca del borde interior de algún tipo de contenedor circular. En las cámaras, la superficie de aterrizaje estaba perfectamente plana y era altamente reflexiva; el paisaje que rodeaba a Marx brillaba. La superficie de aterrizaje también se movía, balanceándose arriba y abajo a baja frecuencia, y vibrando al ritmo de los ruidos de la sala.

-Perfecto -susurró Marx para sí mismo.

Volvió a comprobar los datos. Apenas podía creer su buena suerte.

Había aterrizado en un vaso de agua.

Marx hizo que el Inteligenciador se asentara sobre sus patas, eleván¬dolo como si fuera una lagartija de agua para evitar el contacto del ala giratoria con el líquido. A esta escala, la tensión de la superficie del agua era tan sólida como el granito. Avanzó apenas rozando la superficie, aproximándose al lateral del vaso. Ahí abajo no había interceptores. Normalmente mantenían una altitud de unos cuantos centímetros para evitar que atacaran a superficies tan inútiles como el polvo.

Marx aseguró la nave en la pared translúcida y brillante, engan¬chando sus varillas a las irregularidades y grietas que marcaban incluso el más fino de los cristales. Activó la configuración de recopilación de inteligencia de la nave. Se desplegaron extensiones sensoriales en todas direcciones, silenciosos matojos de fibra óptica y carbonos motiles. Un poste de escucha descendió y se introdujo en el agua; permaneció allí, enrollado sobre la superficie en tensión.

Normalmente eran necesarios varios lnteligenciadores para reconocer una sala de semejante tamaño, pero el cristal actuaría como una lente de aumento gigante. Los lados curvados reflejarían la luz de todas direcciones a las cámaras de la nave, una lente convexa enorme que, deformaba la visión, pero con geometrías sencillas y calculables. El agua vibraría al ritmo del sonido de la habitación, un vasto tímpano que aumentaría la escucha de alta frecuencia del Inteligenciador. El software de la nave empezó a procesar la información, construyendo una imagen de la sala a partir de los múltiples datos que proporcionaba la nave.

Cuando se hubo desplegado completamente el aparato senso¬rial del lnteligenciador, Marx se reclinó en su asiento con una sonrisa satisfecha y llamó a la oficial ejecutiva.

-Oficial ejecutiva Hobbes, creo que tengo inteligencia para usted.

-Justo a tiempo -respondió ella.

Marx envió los datos al puente de mando. Hubo un momento de pausa, mientras Hobbes los escaneaba. Soltó un silbido.

-No está mal, piloto maestro.

-Un golpe de suerte, oficial ejecutiva -admitió.

«Hasta que a alguien le entre sed».

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Interplanetaria

10 Opiniones

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    Antares
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    ¿Para cuando la continuación? O, más bién, debería hablar del resto del libro, pues lo que aquí leemos parece medio libro o un tercio: subtramas que no han hecho más que empezar cuando concluye la lectura, personajes recién presentados y, como colofón, el inicio de una batalla y de una crisis galáctica.

    ¿Estaremos ante una trilogía? ¿O ante un libro dividido en tres en su traducción al castellano? ¿Debo gastarme 60 euros en leer un único libro, publicado en n partes en tapa rústica? ¿O mejor me gasto 30 en uno de tapa dura con las mismas páginas que los n? ¿Cuanto son 60 euros en pesetas, 6000 o 10000?

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    Pluto
    on

    Alguien debería decirles a los de la factoria que con esa política de inflar los precios dividendo los libros en múltiples tomos pequeños solo consiguen cabrear al cliente. Yo ya decidí no comprar Ash, la historia secreta por esa razón.

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    goth_king
    on

    El imperio elevado no es ninguna mitad, sino la traducción completa de The Risen Empire. La segunda y última parte de la miniserie se titula The Killing of Worlds. Estaría bien que publicaran pronto esta segunda parte, pero quién sabe… para largo va que espero la conclusión de las trilogías de Ken MaCleod y Paul McAuley.

    En cuanto a Ash: La historia secreta, se ha dividido y no, según se mire. Hay una versión monumental que comprende la obra entera, bastante más de mil páginas, y hay otra edición en cuatro volúmenes que es la que parece estar publicando La Factoría. En este enlace se ven: http://www.amazon.com/exec/obidos/tg/listmania/list-browse/-/2DHGQZ9I9B0MP/qid=1126012078/sr=5-2/ref=sr_5_2/002-9334011-5305603

    El enlace más corto (no siempre funciona): http://tinyurl.com/9g5o4

    Hay libros que, motu proprio, sí que han partido en dos o más partes, pero no éstos del Westerfeld y la Gentle, y algunos que sí dividieron en el pasado conocen ahora una segunda edición ya refundidos, como La maldición de Chalion, de Lois McMaster Bujold. Quizá soplen vientos de cambio en la política editorial de La Factoría…

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    ymyr
    on

    Exacto. El imperio elevado es la traducción entera del libro indicado.

    Por cierto, la conclusión de la trilogía de Ken Macleod será en este último trimestre del año si no se tuercen las cosas. Yo, por otra parte, con el primero tuve bastante. Vaya coñazo

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    Antares
    on

    Gracias por la aclaración.

    Tenía la duda de si era por decisión de la editorial o del autor, aunque para el caso es lo mismo: el libro acaba abruptamente. Mejor dicho, no acaba.

    Mi pregunta sigue en pie: ¿merece la pena comprar 2 o 3 libros cuando en realidad se trata de uno? Se trata de una costumbre ya arraigada en este género en el que parece inconcebible una obra con final cerrado en el mismo volumen en el que se empezó. Primero fueron las continuaciones, coherentes o no, y hemos acabado en esto: ante la falta de ideas el autor trocea su única historia…

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    goth_king
    on

    Si bien hay autores que cimentan toda o gran parte de su obra en el exceso de verborrea, no menos cierto es que hay en las tiendas novelas "autoconclusivas" para dar y tomar. Si no quieres comprarte los tropecientos volúmenes de La rueda del tiempo, prueba con Máscaras de matar; si te echan para atrás los X volúmenes de La torre oscura, lee cualquier novela de Powers. En fin, lo que quiero decir es que si uno tiene alergia a las historias divididas, nada le obliga a comprar una serie antes que un solo tomo con principio y fin. La oferta es variada.

    Por otra parte, hay autores que tocan los dos palos. Neal Stephenson con su Snow crash y su Criptonomicón, George R.R. Martin con su Muerte de la luz y su Canción de hielo y fuego, Asimov con su El fin de la eternidad y su serie de La Fundación… supongo que en algunos casos el cuerpo les pediría comedirse y limitar sus ideas a unas trescientas páginas o menos, y en otros la magnitud de lo que tenían que contar les exigía más espacio. Si se hace bien, una buena serie poblada de personajes interesantes y buenas ideas no tiene por qué resultar más aburrida ni "tramposa" que otra obra de las mismas características pero con mil páginas menos.

    No sé qué opinarán otros foreros, pero yo tengo claro que el número de páginas no va a echarme para atrás a la hora de comprar un libro, sea éste autoconclusivo o no. Igual de bien me lo paso con Los tejedores de cabellos que con la nueva macro-space opera de Dan Simmons, con Rhila que con Las gestas de Malaz. Eso sí, si el primer tomo de una saga no me convence, ahí se queda. Precisamente por ser tanta la oferta, hoy tenemos más posibilidades que nunca de elegir como consumidores. Y aquí ya, sobre gustos…

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    Cagliosto
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    El problema aquí, parece, es la desconfianza con la que se acerca de entrada el fan a los libros de la Factoria. Descofianza generada y alimentada a lo largo de años por ediciones malas y traducciones pésimas. Eso lleva a atribuir tejemanejes comerciales a lo que no es tal y a veces a ser injusto.

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    Saulo
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    Parece que llevas razón, Cagliostro, pero no se nos puede censurar a muchos que estemos escaldados.

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    Pluto
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    Acabo de leer Danza de huesos, publicado por la factoria, y me parece muy aceptable, el libro y la edición.

    Sin embargo, por si lee esto alguien de la factoria o de alguna otra editorial: las ediciones de Gigamesh me parecen inmejorables, tanto de factura técnica (con auténticas joyas) como de precio. A veces siento deseos de comprar libros de Gigamesh solo por lo atractiva que es la edición, aunque no me interese el texto en sí. ¿Porqué no adoptan otras editoriales un estilo más parecido al de Gigamesh?

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    Wamba
    on

    Están bien, pero tampoco son la repanocha. Las portadas no siempre son tan atractivas (y, en cualquier caso, pa gustos los colores) y la calidad física de las ediciones a veces es mejorable. En ese sentido me parecen mucho mejores las de bolsillo de Minotauro y Valdemar. Dicho todo esto sin que signifique que no sean buenas ediciones. Cada editorial tiene un público en mente cuando edita y unos criterrios a seguir, acertados o no. He visto ediciones de romántica con portadas parecidas a las de fantástico, y no se han comido un colín.

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