← El desajuste del mundo: Cuando nuestras civilizaciones se agotan Iván el terrible → El Oasis Catalán (1975-2010). ¿Espejismo o realidad? junio 16, 2010 Sin opiniones Xavier Casals Género : Ensayo Durante el siglo XX se ha aludido a menudo a la situación políica, económica y solcial de Cataluña como un oasis en su contexto peninsular. Sin embargo, si por un lado no está en absoluto claro que ese oasis haya existido jamás, por otro es evidente que la situación actual no es en absoluto la de un oasis. La Cataluña actual es un país sumido en el desconcierto, varado en una profunda crisis económica, social y política. Crecen la desafección hacia sus líderes y hacia una España en la que el anticatalanismo goza de eco social intenso. Su sistema de partidos bordea el colapso y en particular dos episodios judiciales (los casos Millet y Pretoria) han conmovido sus deteriorados cimientos. La abstención aumenta y emergen liderazgos populistas que alzan la bandera de la identidad amenazada. Surgen protestas territoriales de todo tipo. Todo indica que el «oasis catalán», si acaso existió alguna vez, se acaba y con él lo hace la Cataluña del siglo XX, sinónimo de progreso, seriedad y ambición. ANTICIPO: Prólogo La Cataluña cabreada (y perpleja) Una vagoneta circulando por una montaña rusa a toda velocidad. En esto se convirtió la dinámica política catalana abierta con el primer gobierno tripartito de la Generalitat, presidido por Pasqual Maragall, desde el año 2003. La vagoneta se llevó por delante la agenda política española y despertó a su paso un ruido mediático ensordecerdor en frentes muy variados, como la lucha contra ETA, la política lingüística de la Generalitat o el nuevo Estatuto de autonomía catalán. De este modo, la política reciente de España se ha dirimido en gran medida en torno a las demandas de autogobierno surgidas en Cataluña, lo que ha suscitado discursos agresivos tanto por parte de sectores nacionalistas catalanes como por parte de quienes han amalgamado antinacionalismo y anticatalanismo. Ello ha creado un clima de opinión en el que empieza a calar la idea de que se está produciendo una ruptura entre Cataluña y el resto de España y de que incluso es inevitable. Significativamente, en el 2007 el famoso actor y dramaturgo Albert Boadella tituló Adiós Cataluña un ensayo donde explicó las razones que le habían llevado a instalarse en Madrid, autoexiliándose de lo que a sus ojos era una sociedad en implosión nacionalista. No hace falta añadir que tal posicionamiento le valió duros reproches. La Cataluña de Montilla: el imperio de la desafección En noviembre del mismo 2007, el sucesor de Maragall en la Generalitat, José Montilla, hizo una llamativa incursión en el distanciamiento entre Cataluña y España, cuando emitió en Madrid un mensaje nada alambicado. Explicó que en Cataluña había «cabreo, recelo y pesimismo» y que si no mejoraban las inversiones del gobierno en infraestructuras y cesaba la incertidumbre en torno al nuevo Estatuto creada por los recursos presentados en el Tribunal Constitucional por el Partido Popular (PP), se debían valorar las «graves consecuencias a medio y largo plazo de una desafección emocional de Cataluña hacia España y hacia las instituciones comunes». El aviso era claro: muchos catalanes podían empezar a dejar de sentirse españoles. Tal advertencia era significativa procediendo de Montilla, pues no es un nacionalista como Jordi Pujol ni un catalanista defensor de un «federalismo diferencial» o «asimétrico» como Maragall. Tampoco pertenece a la sociedad de familias catalana, sino que nació en 1955 en un pueblo cordobés, Iznájar. Y aunque gusta definirse como «catalán de elección», ni siquiera en aras de la cosmética protocolaria de su cargo ha catalanizado el nombre: continúa llamándose José, y no Josep. Además, ha pertenecido al núcleo duro del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE, PSC desde ahora), los «capitanes». Con este calificativo se designó a los primeros secretarios de las federaciones del PSC y a los dirigentes del cinturón metropolitano barcelonés que en 1994 cuestionaron a la dirección del partido en su borrascoso 7º congreso y se incorporaron a su cúpula. En general, éstos han sido poco proclives a efectuar vistosos gestos catalanistas (de hecho, su actitud congresual se interpretó como una reacción contra el catalanismo de la dirección) y han sostenido el timón de la nave con mano firme o, mejor, de hierro. Asimismo, Montilla detentó la importante cartera ministerial de Industria, Comercio y Turismo en el primer ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, por lo que difícilmente se le puede achacar la falta de visión de Estado o la insolidaridad con el gobierno de España atribuida a sus antecesores en el cargo, exceptuando a Josep Tarradellas. Dentro de la tónica apuntada, Montilla marcó distancias con Rodríguez Zapatero en julio del 2008, cuando éste asistió a la clausura del 11º congreso del PSC celebrado en Barcelona. Entonces Montilla rechazó la propuesta de financiación autonómica del ejecutivo central y afirmó que a los dirigentes del PSC no les gustaba su «música», pero aguardarían «a ver las siguientes notas y la letra». Igualmente, hizo una enfática declaración de principios: Los socialistas catalanes te queremos, [presidente,] te queremos mucho, pero aún queremos más a Cataluña y a sus ciudadanos, les queremos apasionadamente, nos debemos a ellos […], a sus problemas, a sus expectativas, a sus justas demandas, a su cultura, a su lengua y a su Estatuto, que defenderemos con todas nuestras fuerzas. En suma, un presidente de la Generalitat que no procede de la tradición catalanista (en su juventud le atrajo el maoísmo) formula avisos y exigencias a Madrid enmarcados en ella. Este hecho revela un reposicionamiento profundo de un sector del PSC antaño poco dado a transitar por este camino –o a hacerlo marcando este paso– y refleja un problema de envergadura: ¿Existe realmente el peligro de desafección de los catalanes? La respuesta es afirmativa y las páginas que siguen pretenden analizarla. Tweet Acerca de Interplanetaria Más post de Interplanetaria »