← L.A. Confidential Nivel 5 → Felices Pesadillas abril 29, 2003 17 Opiniones VV. AA. Género : Terror Tras quince años de labor interrumpida en el inagotable campo de la literatura fantástica y el terror, la editorial Valdemar ha llegado a reunir en sus distintas colecciones cerca de mil relatos de terror, cuyos autores han volcado su peculiar genio y buen hacer en el sano y loable objetivo de "meter miedo" (acelerar el pulso, suspender la respiración…) a sus asombrados y agradecidos lectores. Felices pesadillas pretende ser el crisol en el que se mezcla lo más granado de esta cosecha terrible: la quintaesencia del miedo. Esta antología reúne cuarenta relatos de otros tantos autores, y el lector descubrirá en ellos los temás más clásicos de los cuentos de terror: la muerte, los fantasmas, el diablo, los vampiros, los sabios psicópatas, la venganza, la fatalidad… El fragmento que aquí les ofrecemos pertenece a Una cama terriblemente extraña, de Wilkie Collins, sobre la aventura de un joven afortunado en el juego que decide pasar la noche en un alojamiento extraño y desconocido. ANTICIPO: ¿Qué podía hacer? No tenía ningún libro para leer. y sin embargo, a menos que encontrara algún método para distraerme, estaba seguro de que me hallaba en la condición idónea para imaginar todo tipo de horrores, para atosigar mi cerebro con presentimientos de todos los peligros posibles e imposibles; en definitiva, para pasar la noche sufriendo todas las variedades posibles de terror nervioso. Me apoyé en el codo y contemplé la habitación, que aparecía bien iluminada por una preciosa luz de luna que se derramaba a través de la ventana, para ver si había cuadros o adornos que pudiera distinguir claramente. Mientras mis ojos vagaban de pared a pared, recordé el delicioso librito de Le Maistre, Voyage autour de ma Chambre. Decidí imitar al autor francés y entretenerme para aliviar el tedio de mi insomnio haciendo un inventario mental de todos los elementos del mobiliario que pudiera ver, siguiendo hasta sus fuentes la multitud de asociaciones que incluso una silla, una mesa o un lavabo pudiera convocar. Dado el estado nervioso y alterado de mi mente en aquel momento, descubrí que me resultaba mucho más fácil hacer el inventario que entregarme a reflexiones, de modo que pronto me rendí ante la imposibilidad de seguir el imaginativo truco de Le Maistre, o, mejor dicho, ante la imposibilidad de pensar en absoluto. Observé los diferentes muebles que había en la habitación y poco más. Primero estaba la cama sobre la que estaba tumbado, nada menos que una cama de cuatro postes. ¡De todas las cosas con las que me podría haber topado en París! Sí, una cama inglesa de cuatro postes, bastante vulgar, con su habitual dosel forrado de chintz, su habitual cenefa alrededor, y las habituales cortinas sofocantes y malsanas que recordaba haber descorrido mecánicamente hasta dejadas pegadas a los postes nada más entrar en la habitación, pese a que no me había fijado particularmente en la cama. Después estaba el lavabo de mármol, desde cuya superficie seguía goteando lenta y más lentamente, hasta llegar al suelo de ladrillo, el agua que había derramado en mi prisa por llenar la pila. Después, dos pequeñas sillas, con mi abrigo, mi chaleco y mis pantalones doblados sobre ellas. Después, una enorme silla de brazos recubierta por un polvo blanco y sucio, sobre cuyo respaldo reposaban el pañuelo y el collar de mi camisa. Después, una cajonera con dos de los agarradores de metal caídos y una vulgar estampa de porcelana rota a modo de adorno fijada en la pa.tte superior. Después, un tocador adornado con un espejo muy pequeño y un acerico enorme. Después, la ventana; una ventana inusualmente grande. Después, un retrato viejo y oscuro que la débil luz de la vela me mostró apagadamente. Era el retrato de un hombre tocado con un gran sombrero español coronado con un puñado de plumas. Un rufián siniestro y moreno que dirigía la mirada hacia arriba, cubriendo sus ojos con una mano y contemplando algo intensamente, quizá la horca en la que le iban a colgar. En cualquier caso, tenía la apariencia de habérsela ganado a pulso. Aquel cuadro pareció obligarme a dirigir también la mirada hacia arriba, hacia la parte superior de la cama. Era un objeto deprimente y nada interesante, de modo que volví a concentrarme en el retrato. Conté las plumas del sombrero del hombre, ya que aparecían destacadas: tres blancas, dos verdes. Observé la parte superior de su sombrero, que era de forma cónica, siguiendo la moda supuestamente impuesta por Guido Fawkes. Me pregunté qué estaría mirando. No podrían ser las estrellas. Semejante bandido no era ni un astrólogo ni un astrónomo. Debía de ser, sin duda, la horca; y además estaba a punto de ser colgado. ¿Se quedaría el verdugo con su sombrero cónico y con sus plumas? Las conté otra vez. Tres blancas, dos verdes. Aunque aún persistí en aquella ocupación intelectual y cultivada, mis pensamientos empezaron a vagar inconscientemente. El brillo de la luz de la luna que entraba en la habitación me recordó cierta noche de luna llena en Inglaterra. La noche después de un picnic en un valle galés. Todas y cada una de las incidencias del viaje de vuelta, atravesando un bellísimo paisaje que la luz de la luna hacía más bello aún, regresaron a mi memoria, pese a que no había pensado en aquel picnic desde hacía años, y aunque en el caso de que hubiera intentado recordado, con toda probabilidad habría sido incapaz de rememorar aquella escena largo tiempo superada. De todas las maravillosas facultades que nos ayudan a revelamos que somos inmortales, ¿cuál define tan sublime verdad mejor que la memoria? Allí estaba yo, en una casa extraña y del cariz más sospechoso, en una situación de inseguridad e incluso de peligro que había convertido el agradable ejercicio de rememoración en algo casi fuera de lugar, recordando sin trabas, aunque de un modo involuntario, lugares, gentes, conversaciones, minucias de todo tipo, que había supuesto olvidadas para siempre, y que no podría haber convocado por mi propia voluntad ni bajo las circunstancias más favorables. ¿Y cuál había sido la momentánea causa de aquel misterioso efecto? Ninguna, salvo unos rayos de luz lunar atravesando la ventana de mi dormitorio. Seguí pensando en el picnic; en la alegría del viaje de regreso a casa, en la sentimental damita que citaba a Childe Harold porque había luz de luna… Me encontraba absorto en aquellas escenas pasadas y aquellos pasados entretenimientos c¡´lando, de repente, el hilo del que colgaban mis recuerdos se partió abruptamente. Mi atención regresó de inmediato al presente con más viveza que antes, y me encontré de nuevo, sin saber cómo ni por qué, contemplando el retrato una vez más. ¿Contemplando qué? ¡Dios del cielo, el hombre se había calzado el sombrero hasta las cejas! ¡No, ya ni siquiera tenía sombrero! ¿Dónde estaba aquel efecto cónico? ¿Y dónde las plumas, tres blancas, dos verdes? ¡Allí no, desde luego! En lugar del sombrero y las plumas, ¿qué era ese oscuro objeto que ahora ocultaba su frente, sus ojos, la mano con la que se cubría? ¿Acaso se estaba moviendo la cama? Me tumbé sobre la espalda y miré hacia arriba. ¿Estaba loco? ¿Borracho? ¿Soñando? ¿Mareado de nuevo? ¿O es que en verdad se estaba moviendo el dosel de la cama? ¿Acaso era cierto que estaba descendiendo lenta, regular, silenciosa y horriblemente, tan largo y ancho como era; hundiéndose sobre mí, que yacía debajo? De Una cama terriblemente extraña, de Wilkie Collins. Tweet Acerca de Interplanetaria Más post de Interplanetaria »
Sable on 8 mayo, 2003 at 10:34 am Es ir a contracorriente, pero echo de menos en esta antología que haya salido en tapa dura, como otras ediciones de Valdemar. No me hubiera importado pagar un poco más por tenerlo así. Répondre
Ighor on 8 mayo, 2003 at 10:56 am A mi tampoco me importaría tener esta antología en tapa dura. Ya sacaron un libro de Pilar Pedraza en este formato con tapa dura. Podía animarse la editorial si le sale bien esta tirada a hacer una aunque sea limitada en tapa dura. Répondre
melmoth on 8 mayo, 2003 at 11:36 am Ahí va, aunque resultará un poco largo… vampirismo E.T.A. Hoffmann las aventuras de thibaud de la jacquière Charles Nodier rip van winkle Washington Irving el elixir de larga vida Honoré de Balzac la bofetada de carlota corday Alexandre Dumas el joven goodman brown Nathaniel Hawthorne los hechos en el caso del señor valdemar Edgar Allan Poe la muerta enamorada Théophile Gautier el guardavías Charles Dickens schalken el pintor Joseph Sheridan Le Fanu la araña cangrejo Erckmann y Chatrian una cama terriblemente extraña Wilkie Collins ¿qué es eso? Fitz-James OBrian los muertos se vengan Claude Vignon el clan de los parricidas Ambrose Bierce los dualistas Bram Stoker junto a un muerto Guy de Maupassant el ladrón de cadáveres Robert Louis Stevenson pues la sangre es vida Francis Marion Crawford john barrington cowles Arthur Conan Doyle el grabado M.R. James la pata de mono William Wymark Jacobs intercambio mutuo, sociedad limitada Arthur Quiller-Couch la novela del polvo blanco Arthur Machen la extraña cabalgada de morowbie jukes Rudyard Kipling la maldición de los fuegos y de las sombras William Butler Yeats el fantasma inexperto H.G. Wells la habitación de la torre Edward Frederic Benson sredni vashtar Saki una voz en la noche William Hope Hodgson el síncope blanco Horacio Quiroga el comerciante de ataúdes Richard Middleton el hombre árbol Henry S. Whitehead ante la ley Franz Kafka la máscara de plata Hugh Walpole calor de agosto William Harvey la llamada de cthulhu H.P. Lovecraft el valle de lo perdido Robert E. Howard grillos Richard Matheson mater tenebrarum Pilar Pedraza Répondre
Thor on 8 mayo, 2003 at 12:01 pm Bocato di Cardinale… Secundo lo de tapa dura. Este derroche lo merece. Répondre
Ptero on 9 mayo, 2003 at 9:06 am ¿Alguien sabe si ha habido algún tipo de criterio a la hora de seleccionar esos cuentos? Répondre
Fidel on 11 mayo, 2003 at 2:48 am Según los editores "su calidad", y creo que han acertado, para más información te recomiendo encarecidamente la entrevista que les ha hecho Óscar Cuevas en el número 2 de la revista Galaxia. Répondre
Ptero on 13 mayo, 2003 at 5:52 pm Lo que yo me preguntaba es si hay algun tipo de selección ideológica, es decir, por temas, autores, épocas, escuelas, etc. Répondre
Brutus on 14 mayo, 2003 at 9:12 am Veo que aquí hay un cuento de Pilar Pedraza, de la que tanto están hablando en el foro de terror. ¿Es representativo ese cuento de lo que hace esa escritora? Répondre
melmoth on 14 mayo, 2003 at 11:32 am Hombre, pues sí es bastante representativo de Pilar Pedraza… al menos en cuanto a relatos se refiere… Mira en el volumen titulado "Arcano 13. Cuentos crueles", editado por Valdemar… En ese volumen encontrarás otros cuentos en la misma onda… Répondre
Sable on 15 mayo, 2003 at 10:42 am Esta sí que es la antología por excelencia del terror en español. Estoy alucinando de la cantidad de cuentos y autores reunidos en un solo volumen y desafío a cualquiera a que me señale una antología de nuestros días parecida. Es una desgracia que con este libro pase, en general, un poco lo que indicaba Hana sobre otro libro de valdemar, las lanzas rotas. Si Valdemar fuese una editorial más poderosa y tuviera medios de comunicación a su servicio (no hace falta señalar a esta u otra) estarían dandole a esta antología un bombo tremendo como recopilación definitiva. Espero que tenga la suerte y las ventas que algo así se merece. Ah, y yo soy de los que también (aprovechando que el editor anda por estos foros) espera que las ventas animen a la editorial a sacar una tirada en tapa dura. Este libro no merece menos. Répondre
Ighor on 10 junio, 2003 at 8:33 am El libro está agotado y reimprimiéndose a día de hoy. Mala suerte para los que han esperado un poquito, ya no podrán tener la primera edición. La noticia la da uno de los editores de Valdemar en el foro de terror de esta misma web. Répondre
Taurus on 25 junio, 2003 at 1:00 pm Pues en el FNAC de Madrid aún hay unos cuantos primera edición, para los maniaticos… Répondre
Interno on 6 julio, 2003 at 11:35 am A mí el cuento de Pilar Pedraza que más me gusta, aunque más que cuento es una novela corta, es Las novias inmóviles. Me parece muy siniestro y lleno de claves del género. Quizá hubiera sido mejor poner éste en la antologia, aunque Mater Tenebrarum no está nada mal. Répondre
gandal on 21 enero, 2006 at 12:38 pm Totalmente de acuerdo y aunque yo me he hecho con ella tarde, después de haberla oido nombrar, la leí este verano y me pareció que la selección contiene todos los registros de terror y todos los estilos Te abre los ojos a la liteartura de terror si eras un simple aficionado y te hace interesarte por autores concretos. Al acabarlo tuve un arrebato de leer más de Ambrose Bierce y de Pilar Pedraza. Chao Répondre
gandalin on 21 enero, 2006 at 12:39 pm Totalmente de acuerdo y aunque yo me he hecho con ella tarde, después de haberla oido nombrar, la leí este verano y me pareció que la selección contiene todos los registros de terror y todos los estilos Te abre los ojos a la liteartura de terror si eras un simple aficionado y te hace interesarte por autores concretos. Al acabarlo tuve un arrebato de leer más de Ambrose Bierce y de Pilar Pedraza. Chao Répondre