← Lorenzo Ferrer Maldonado. El misterio del Paso del Noroeste La piel fría → IceHenge abril 25, 2004 7 Opiniones Kim Stanley Robinson Género : Ciencia-Ficción En el siglo XXIII, los hombres pueden alcanzar los 600 años de edad, pero su memoria sólo abarca la duración de lo que antiguamente se consideraba una vida normal. Si uno carece de recuerdos, ¿en qué consiste la identidad? ¿Cómo se construye la historia, si quienes la escriben son los mismos que la han forjado y la han olvidado? Esta paradoja se evidenciará con el descubrimiento de un misterioso monumento de hielo en el polo norte de Plutón, que desafía cualquier explicación. ¿Qué relación guarda con la revolución que devastó Marte? ¿Quién lo erigió y por qué no consta en las fuentes y explicaciones oficiales? IceHenqe es una espléndida aventura interplanetaria que abarca medio milenio del futuro de la humanidad enlazando tres historias ubicadas en tiempos distintos y narradas desde tres puntos de vista independientes. Una apasionante trama que sirve de telón de fondo para reflexionar sobre cómo la necesidad de comprender los propios orígenes nos lleva a conclusiones verosímiles que, no obstante, más que en los hechos, se basan en la sugestión. ANTICIPO: Cuando estuvimos seguros de que respetarían la tregua nos reunimos con siete de ellos en el depósito del espaciopuerto. Les dijimos que eran la última ciudad de Marte que se resistía a la autoridad legal, pero no nos creyeron. Les dije que en su situación no tenían esperanza, independientemente de lo que sucediera en los demás lugares, y les ofrecí los términos que habíamos ofrecido a todos los amotinados: un juicio justo; el aplazamiento de la pena de muerte; y establecimiento de un diálogo razonable (que se definiría después) para que manifestaran sus quejas sobre la política planetaria. Añadí que todos los no combatientes de New Houston debían sernos entregados inmediatamente. El líder del grupo, un hombre con barba de unos setenta u ochenta años, pidió la amnistía total como condición para rendirse. Yo le dije que no estaba autorizado a conceder/es la amnistía, pero que el Comité estudiaría la petición una vez cesara la violencia. Los amotinados discutieron la cuestión en ruso entre ellos, y mis oficiales oyeron la palabra «Leningrado» varias veces. El líder dijo que regresarían a la ciudad y lo someterían a votación, Y acordamos reunirnos de nuevo dos días después. La mañana siguiente, no obstante, más de veinte explosiones en el borde del cráter nos hicieron saber que habían derribado la cúpula de la ciudad. Para cuando nuestras fuerzas pudieron entrar en la ciudad, la planta de alimentación estaba destruida y el fuego se había apagado por falta de oxígeno, aunque todavía había un humo espeso. El humo cubría a los francotiradores rebeldes y, antes de que consiguiéramos someterlos, casi todos los no combatientes de la ciudad habían muerto asfixiados. Los trabajos de rescate prosiguieron durante tres días, al cabo de los cuales, treinta y ocho personas fueron encontradas en habitaciones intactas, compuertas de aire, trajes individuales y similares. Todos reclamaron condición de no combatientes; sus entrevistas se adjuntan aquí. Cuando la ciudad fue segura, había dejado de ser habitable; los daños provocados por los amotinados eran tan grandes que sería más fácil construir en un nuevo cráter que reconstruir la ciudad.Eso dijo el coronel de la policía Ernest Shay, comandante de I campo de la policía del Comité durante los Disturbios, cuando fue : interrogado por la Comisión Aimes en 2250. Pero yo había encontrado unos registros de la división de la policía de la Royal Dutch que demostraban que Shay estaba en Enkhuisen en diciembre de 2248, supervisando la guerra en aquella ciudad. ¿Por qué había respondido él las preguntas de la Comisión, en lugar del oficial responsable en New Houston? ¿Por qué había mentido y había dicho que estuvo allí dirigiendo las negociaciones en persona? Dejé el voluminoso listado del tomo 194 del Informe Aimes en la mesita de noche, encima de una gruesa carpeta llena de samizdat, una recopilación ilegal de boletines, panfletos, fotocopias e impresos que había reunido a 10 largo de los años. En el ruso argótico, sarcástico y amargo (la lengua clandestina de Marte, la lengua de la resistencia, el contra-inglés), los samizdat, escritos en gran parte a mano para evitar la identificación policial de la impresora o máquina de escribir, contaban la verdadera historia de New Houston. ¿Debería buscar el boletín seguid adelante, de «Yevgeny»? «El Dragón descendió, arrojó un disparo de luz por la boca, "¡el cielo está cayendo, el cielo está cayendo!", y no había aire para el juego, así que bajó por las gargantas para arder en los pulmones, personas que eran bolas de juego volaron por delante de las mejillas del Dragón para caer envueltas en llamas…» ¿O el relato más prosaico de «Medvedev»? «24 de diciembre de 2248 -décima Polizei Blitzkrieg- New Houston, sector tejano, se calcula que dos mil atacantes de tropas de asalto bajaron en mochilas propulsoras a la ciudad abierta después de que la cúpula cayera al amanecer; la resistencia siguió tres días; los rebeldes capturados fueron ejecutados…» Pero me los sabía todos de memoria. Estos relatos fragmentarios contaban la verdadera historia de los Disturbios, estaba seguro. Pocos historiadores se mostraban de acuerdo conmigo; apoyaban la versión oficial del Comité, según la cual los samizdat estaban escritos por descontentos y no eran más que mentiras, llenas de contradicciones e imprecisiones obvias. Era cierto que eran anónimos, y que contenían contradicciones, carecían de fuentes y no había pruebas que los apoyaran; Y algunos estaban llenos de historias exageradas que convertían los Disturbios en un mito. Pero en algunos aspectos, los escritores como Medvedev narraban una historia más coherente de los Disturbios que el Informe Aimes. Y si no eran más que ficciones, ¿por qué había empezado el Comité a instalar marcas de agua en todas las fotocopiadoras para localizar las que se utilizaban para copiar samizdat? ¿Y por qué se había prohibido excavar más de una docena de ciudades abandonadas? No. Algo iba mal; el Comité había mentido, estaba mintiendo. La verdadera historia de los Disturbios no se había contado aún. Los equipos de excavación llegaban al nivel de la calle de la vieja ciudad a diferentes velocidades, según su método y 10 que encontraban. McNeil trabajaba como si tuviera el resto de su vida para terminar el siguiente centímetro de la excavación, y hacía que sus estudiantes 10 grabaran todo de una manera tan exhaustiva que podrían haber reconstruido sus ruinas igual que las encontraron. «Nunca se sabe las preguntas que puedes querer formular dentro de cien años), decía McNeil. El resto de nosotros ya estábamos haciendo preguntas, y sólo utilizábamos las redes de cuerda y los cepillos de dientes cuando nos acercábamos a 10 que estábamos buscando. Puse a mi equipo a trabajar en la zona de la planta física de la ciudad, bajo el muro oriental del cráter. Debajo de varios metros de arena hallamos los grandes edificios que componían la planta, parcialmente enterrados en la pared del cráter derrumbada: por eso los muros estaban rotos y los interiores llenos de cascotes e instrumentos rotos. Alejándonos de la planta encontramos los edificios donde se alojaba la terminal de control, las oficinas administrativas y las naves de suministros; a continuación, más allá de una verja de hierro forjado, se hallaban las tiendas de servicio, los restaurantes y los bares y, todavía más lejos, los dormitorios y apartamentos de los trabajadores de la planta. Todas estas estructuras, sobre todo la planta física, estaban calcinadas, fundidas, derrumbadas. Examinar las pruebas de destrucción llevó semanas. Hicimos hologramas y modelos de 10 que encontramos, y explosiones programadas por ordenador, e incluso unas cuentas explosiones reales en las maquetas para ver cómo había sido el ataque; y en todo momento tuve a un grupo ampliando la excavación en los terrenos colindantes, sobre todo al norte de la planta, donde los desperfectos eran más grandes. El nivel de la calle junto a la pared oriental del cráter estaba a unos nueve metros por debajo de la cima del montón de arena, así que trabajamos en el fondo del pequeño cráter que habíamos abierto. El resto de los equipos había excavado otros agujeros, y cuando paseaba por la superficie de arena al atardecer, deteniéndome aquí o allí para tocar el borde de un panel solar al descubierto, o inspeccionar un trozo de liquen, me parecía estar paseando por un viejo campo de batalla, una tierra de nadie salpicada de cráteres de bombas y madrigueras gigantes. Mirar las zanjas me causó una sensación extraña, como si estuviera contemplando tumbas -la regresión de la arqueología al robo de tumbas- y pudiera ver a los muertos continuar con sus vidas cotidianas. Unas dragas altas se alzaban como insectos sobre el borde de cada pequeño cráter, y unos tubos salían de ellas y se extendían por el suelo del cráter hasta subir por el borde. La ciudad muerta era un lugar fantasmagórico. La escarcha crujía bajo mis botas, tenía frío en la nariz y los pulmones. Volví a nuestra pequeña fosa (tumba) y miré los apartamentos llenos de arena que acabábamos de sacar a la luz. Habían construido aleros en los tejados, allí, donde no llovía nunca. ¿Dónde nos encontrábamos? ¿En qué ciudad fantástica? Abajo, en las calles sombrías, unas figuras surgieron de un edificio, portando largos tubos de vacío que llevaban a la draga. Bomberos fantasmas. Bill Strickland alzó la mirada y me vio; gritó algo que no entendí. Señaló al edificio, me indicó con un ademán que bajara. El corazón me dio un salto, bajé corriendo la rampa. Xhosa, el jefe de mis trabajadores, corría junto a mí. -¿Qué han encontrado? -dije. -No lo sé, sólo me han dicho que bajara en seguida. -No es probable que lo que sea se mueva del sitio -dije sarcástico, pero Xhosa ya había llegado a la calle. Yo mantuve el paso para demostrarles que no me emocionaba con facilidad. Rodeé un risco de nuestro nuevo barranco de arena y me encontré con cinco o seis personas a la entrada de un edificio recientemente descubierto; parecía ser un hotel con una taberna en la planta baja. Pasé junto a ellos y entré. Unas habitaciones libres de arena se abrían como cavernas, y el aire olía a arcilla y pintura. Oí voces en una habitación interior y seguí adelante. -¿Ha comprobado alguien la integridad estructural de este edificio? -pregunté en voz alta. Strickland y unos cuantos más se hallaban en una habitación grande. -Más o menos -dijo. -Estupendo. Todo el edificio podría derrumbarse encima de nosotros. Stricldand se echó a un lado para dejarme ver la habitación adyacente, al otro lado de una puerta. Había cuatro cuerpos en el suelo, vestidos con viejos trajes espaciales. Dos tenían rifles de luz en las manos enguantadas. Uno estaba retorcido en torno a la pata de un escritorio grande y vacío. Muertos: qué tranquilos parecen, qué ajenos. Tweet Acerca de Interplanetaria Más post de Interplanetaria »
Bardulo on 26 abril, 2004 at 12:37 pm En una época en la que los libros de ciencia ficción son decepción tras decepción, incrementada por la verborrea de las contraportadas y las solapas que nos presentan al autorcete de turno y al libro como la séptima maravilla, y que al final son simplemente la enesima castaña, éste sí que es un libro que parece merecer la pena. Por lo menos abres el libro y las primeras páginas invitan a seguir leyendo, y no a cerrar iracundo. Ya veremos si el libro acaba dando lo que promete, pero muy buena pinta tiene en su comienzo. Répondre
Lobo on 26 abril, 2004 at 1:22 pm Hombre, no voy a revelarte nada del final. Tampoco te negaré que me ha parecido un libro digno, no otro buñuelo de viento con el que tanto se nos castiga, pero algo no funciona cuando un libro normalito nos parece mega-super-extra-maravilloso. Répondre
DrX on 26 abril, 2004 at 2:48 pm Puede que así sea, pero por desgracia muchas veces se desdeña sin razón a las obras "normales". Es verdad que algo va mal cuando se tiran cohetes al ver una, pero eso es debido a la época de decadencia de la cf que vivimos. Las obras normales, bien escritas, sólidas, son las que se supone que debe producir un buen escritor como media a lo largo de su carrera, con algunos picos y algunos bajones. La abundancia de novelas así son un verdadero termómetro de la salud de un género. Evidentemente, cuando escasean tanto como ahora; cuando, como dice el mensaje que comienza el hilo, nos presentan castañas por huevos todos los dias, la salud de la ciencia-ficción es más que preocupante. Répondre
Lobo on 13 mayo, 2004 at 6:54 pm Pero ¿qué le pasa a la cf? En teoría, siempre he concebido a la fantasía como algo más conservador (por la apuesta estética retrógrada, hacia el pasado)y a la cf como la vanguardia. Llevamos unos añitos en la fantasía pisa fuerte, con más o menos calidad, pero está ahí. Lo + digno de la cf son los efectos especiales de los largometrajes y, francamente, me decepciona pensar que se está perdiendo una oportunidad así. En estas vacaciones de Semana Santa hice unas cuantas lecturas de libros modernos y contuve la respiración. No me refiero a precios, ni a traduciones ni a otros pretextos, hablo de la naturaleza misma de la novela. Más de lo mismo, mires hacia donde mires. Répondre
luis on 6 junio, 2004 at 4:24 pm Vaya coñazo de libro, no se lo recomiendo a nadie. Buenas ideas, pero ritmo narrativo nulo = agonía eterna de 285 páginas. Una pena. Répondre
del Barco on 8 junio, 2004 at 2:08 am Leed Punto Omega, hombre. Aunque está mal que yo lo diga, me han dicho (gente que lo ha leído) que está bastante bien. Luego me dais vuestra opinión. Répondre
Ferm on 8 junio, 2004 at 12:43 pm Hombre, mira el lado bueno, dura y dura y dura, porque no hay manera de aguantarlo más de media hora seguida. Hay lectura para mucho rato. Eso sí, un coñazo. Répondre