Igual que un colibrí

El cadáver del arzobispo de Zaragoza aparece en su despacho en medio de un charco de sangre tintada de azul y dos insólitas pistas, una pluma de colibrí y una adivinanza: "Quien lo fabrica, lo vende, quien lo compra no lo usa y quien lo usa no lo ve":

Éste es el inicio del último caso del inspector Venegas, quien a punto de la jubilación, se ve desbordado por la aparición de nuevos cadáveres, de nuevas adivinanzas, de nuevas jugadas realizadas por el asesino.

Ambos disputarán una partida de ajedrez, aunque el inspector no será consciente de ello hasta muchos años después, cuando ya no quede ninguna pieza sobre el tablero y recuerde por qué la mañana del crimen le dolía el aliento.

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