La dama del sudario

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Aunque Bram Stoker debe principalmente la fama a su inmortal Drácula, el amante de la literatura fantástica le conoce de sobra por obras como La madriguera del gusano blanco o El misterio del mar. La dama del sudario, novela inédita hasta ahora en España, está ambientada en un país imaginario de los Balcanes, a comienzos del siglo XX, y la novela se nutre de correspondencias privadas, diarios, informaciones de prensa, para sumergirnos en una trama gótica llena de aventuras extrañas e inquietantes (como la aparición de la dama envuelta en un sudario), en la cual un joven de condición modesta se hace poseedor de una inmensa fortuna, a condición de establecerse en el castillo de Vissarion, enclavado en el brumoso y bárbaro País de las Montañas Azules.

ANTICIPO:
A los montañeses que están inmediatamente bajo mis órdénes los mantuve informados de la llegada del barco, por lo que estábamos listos para empezar a trabajar cuando el vigía del mástil de la bandera nos informó de que un barco sin luces estaba acercándose lentamente hacia la costa. Todos acudimos a la escollera y lo vimos deslizarse sigilosamente hasta alcanzar el cobijo del puerto, tras lo cual colocamos la barrera flotante que protege la entrada así como las grandes puertas deslizantes blindadas que tío Roger mandó construir para proteger el puerto de caso de emergencia y ayudarnos a arrimar el barco al muelle.

Rooke parecía particularmente en forma y rebosante de ardor y vigor. Su importante misión y el simple pensamiento de una eventual acción bélica, parecía haberlo rejuvenecido.

Tras organizar la descarga de las cajas de armas y munición, me llevé a Rooke a la habitación que llamamos mi «oficina», donde me hizo un detallado relato de sus actividades. No sólo había conseguido los fusiles y su correspondiente munición, sino que además había comprado a una de las pequeñas repúblicas americanas un yate acorazado construido expresamente para fines bélicos. Parecía muy entusiasmado, y hasta excitado, mientras me exponía sus excelencias:

-Es el último grito en ingeniería naval: un yate tor pedero. Un pequeño crucero con turbinas actualizadas, alimentado con petróleo y equipado con las armas y explosivos más modernos y sofisticados. La embarcación más rápida fabricada hasta la fecha. Construida por Thorneycroft, provista de motores por Parsons, blindada por Armstrong, armada por Krupp. Si alguna vez entra en acción, que se eche a temblar su adversario, pues puede enfrentarse, y derrotar, a todo lo que no sea un superacorazado en regla.

Me dijo asimismo que había comprado a la misma nación, que había alcanzado recientemente una paz inesperada, todo un parque de piezas de artillería último modelo y que, en cuanto a alcance y precisión, los fusiles estaban considerados los mejores del mercado. Éstos llegarían en breve, y con ellos su munición correspondiente, a lo que poco después seguiría un cargamento de lo mismo.

Después de contarme el resto de sus noticias, y de entregarme los informes, salimos al puerto para ver el desembarco del material de guerra. Sabedor de su inminente llegada, yo había mandado a los montañeses una comunicación a primeras horas de la tarde diciéndoles que vinieran a retirarlo. Éstos habían contestado a mi llamada, y aquella noche pareció como si todo el país hubiese estado en ebullición.

Los montañeses acudieron individualmente, agrupándose posteriormente dentro de las defensas del castillo; alguno" se habían congregado en puntos fijos en el camino. Atravesaron los bosques sigilosamente, cual fantasmas, y los que se organizaban en grupo avanzaban parla correspondiente carretera radial en dirección de Vissarion manteniendo cierta distancia con el grupo anterior. Sus llegadas y sus partidas parecían fantasmales, cual manifestaciones externas de un espíritu interno: toda una nación dominada por un objetivo común.

Casi todos los hombres del barco eran peritos, en su mayoría británicos; parecían bien organizados e inspiraban mucha confianza. Rooke los había escogido por separado, y para esta tarea había recurrido a su gran experiencia tanto de la gente como de la vida aventurera. Estos hombres formarían parte de la tripulación del yate acorazado cuando entráramos en aguas del Mediterráneo; trabajaban bien con los sacerdotes y los combatientes del castillo y mostraban un celo más que encomiable. La descarga de pesadas cajas desde la cubierta hasta el muelle cundió tanto que parecían deslizarse solas. Formaba parte de mis planes que las armas se colocaran en centros separados según su lugar de destino. En un país como éste, sin ferrocarril ni carreteras, la distribución de material bélico de cierta importancia resulta una tarea muy laboriosa e importante, que tiene que realizarse individualmente, o al menos a partir de centros.

Pero de esta tarea dio buena cuenta el gran número de montañeses que no dejaba de afluir. Tan pronto como la tripulación del barco, con la ayuda de los sacerdotes y los combatientes, colocaba las cajas sobre el muelle, los peritos náuticos las abrían y disponían su contenido para el transporte. Los montañeses acudían incesantemente, como olas del mar; cada cuál cargaba con lo suyo y marchaba después de que el capitán de su sección le hubiera dado instrucciones sobre a dónde ir y qué ruta seguir. Este método de distribución de armas lo habíamos perfilado en mi oficina, y las descripciones y cantidades concretas las habían consignado debidamente los capitanes. El transporte del material bélico fue considerado como una cuestión de máximo secreto. Apenas se oyó decir una palabra fuera de las directrices necesarias, y estas mismas se impartieron en voz baja. Durante toda la noche no paró el reguero de hombres, y hacia la madrugada el volumen del material descargado se había reducido a la mitad. A la noche siguiente se retiró lo que quedaba, una vez que mis hombres almacenaron en el castillo los fusiles y la munición reservados para su eventual defensa. Era conveniente disponer de una reserva para salir al paso de cualquier posible eventualidad.

A la noche siguiente Rooke partió en secreto en el barco fletado. Debía traer todavía el cañón y la munición pesada que se había quedado almacenada entre tanto en una de las islas griegas. La segunda mañana, tras informárseme en secreto de que el barco ya estaba de camino, di la señal para que se reunieran los montañeses.

Un poco después de anochecer, el barco, que no llevaba ninguna luz encendida, se deslizó por la cala.

Se volvieron a cerrar las barreras y, cuando llegó un número suficiente de hombres para la entrega de los cañones, se procedió a la descarga. Esta operación resultó bastante fácil, pues el muelle tenía todo el equipamiento necesario y completamente modernizado, incluidas unas guías prismáticas para la elevación de cañones que podían alcanzar la posición adecuada en tan sólo unos segundos. .

Los cañones venían bien provistos de aparejos y poleas de toda suerte, y, al cabo de unas horas, ya había desaparecido por el bosque una buena parte de éstos en medio del mayor sigilo. Cada uno iba escoltado por un grupo de hombres, y su transporte se realizó con la misma agilidad que si se hubiera dispuesto de caballos.

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Interplanetaria

1 Opinión

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    blunna
    on

    Tengo que decir que el libro no me gustó nada cuando lo lei, puede ser que sea porque esperaba un libro de literatura gótica y, salvo el principio del libro, es un libro de aventuras. La atmosfera sombria tan bien conseguida en los primeros capitulos desaparece enseguida y se convierte en un libro sobre las aventuras del protagonista y de los habitantes de un pueblo en guerra llamado las Montañas Azules. Bram Stoker podia haber titulado el libro «Las Montañas Azules» que esta más acorde de su contenido y no engaña al lector.

    Como libro de aventuras tampoco me ha gustado. Es una pena, porque el libro empieza muy bien y te engancha, pero cambia enseguida, que nadie lo lea pensando que esta en la linea de Drácula porque no tiene nada que ver.

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