← Todavía no cumplí cincuenta y ya estoy muerto Un muerto y medio → La suerte de Venus febrero 23, 2007 Sin opiniones Steven Saylor Género : Histórica Convencido de que investiga un crimen político, Gordiano se introduce en el corazón de la decadencia romana. Su objetivo es averiguar qué hay detrás del asesinato de su antiguo maestro Dión de Alejandría, pero se ve metido en un juego mortal de seducciones y secretos de familia del que le será difícil salir indemne. Steven Saylor (EE. UU., 1956) estudió Historia en la Universidad de Texas. A partir de los hechos más importantes de la Roma Imperial ha dado forma a sus novelas históricas con trama detectivesca. ANTICIPO: y volvió a crisparse. Belbo regresó con una pequeña mesa plegable que colocó entre los tres. Le seguía una sirvienta con tres copas y dos jarras, una de agua y otra de vino. Sirvió vino en las copas y se marchó, dejándome a mí el reparto del agua. – En los meses fríos, suelo tomarlo casi solo – dije mientras añadía unas gotas de agua a la copa más próxima- . ¿Y tú? – Miré al joven, que levantó el índice y se apretó el primer nudillo con el pulgar- . Un nudillo de agua. – Lo serví y miré a su acompañante- . ¿Qué? ¿Te unes a nosotros? – Vaciló y a continuación imitó el gesto del hombrecillo. Volví a fijarme en las uñas mordisqueadas y en las manos curtidas- . No te arrepentirás. Procede de mi bodega privada. Aún me quedan algunas tinajas de vino de cuando fui granjero en Etruria, hace unos años. Una gran cosecha. – Entregué una copa a cada uno. Antes de que pudiera levantar mi copa, la mujer se apresuró a soltar la suya para coger la mía. – He cambiado de opinión – murmuró con voz ronca- . Con menos agua me sentará mejor. Si no te importa. – Desde luego. – Cogí la copa abandonada y la sostuve a la altura de los labios, como para disfrutar del aroma. Me observó con atención y acercó la copa a la nariz, olisqueando con cautela, sin ningún interés por el placer, en espera de que diera yo el primer sorbo. Fue un momento absurdo; parecía el ensayo de una escena de comedia, sólo que de hallamos en un escenario, el público nos habría abucheado por representar nuestros papeles sin la menor discreción. Por fin, me llevé la copa a los labios, saboreé el tinto y me relamí a gusto, para darle a entender que lo había tragado. Sólo entonces bebió la mujer con precaución. Su compañero, después de observar el cambio de copas, vació la suya de un trago. – ¡Excelente! – exclamó dejando escapar un gallo. Carraspeó- . ¡Excelente! – repitió, esta vez con voz más profunda, pero claramente femenina. Bebimos en silencio escuchando el chisporroteo del brasero. – Parecéis precavidos a la hora de revelar vuestras intenciones – dije por fin- . Tal vez podríais empezar diciéndome vuestros nombres. El hombrecillo miró a la mujer, que en ese momento se alejaba del fuego para esconder el rostro en las sombras. Pasado un instante, el hombrecillo volvió a mirarme. – Nada de nombres – dijo en tono suave- . Todavía no. Tweet Acerca de Interplanetaria Más post de Interplanetaria »