La voz de Lug

En el año 25. a.C. las tropas del emperador César Augusto se disponen a someter de manera definitiva a las tribus satures y cántabras; el último reducto que aún queda por conquistar en toda la Península Ibérica. Los romanos, al mando del legado Publio Carisio, llegan hasta la costa, arrasando todo lo que encuentran en su camino. La vida de los cilúrnigos, fabricantes de calderos de bronce, de Niega (Xixón), no volverá a ser la misma a partir de entonces.

Esta novela es la historia de Luam, jefe de los cilúrnigos, y de su mujer, Lenore, prisionera y amante del jefe romano; de Corocotta, el gran jefe cántabro; de Dacio, el mercader gaditano; de Homero, el esclavo griego… sus vidas y las de los demás personajes sufriran los avatares de la fortuna, tratando de sobrevivir en un mundo hostil.

Toti Martínez de Lezea, nacida en Vitoria-Gasteiz en 1949, compaginó durante años su profesión de traductora técnica con trabajos para teatro y televisión, donde escribió y dirigió más de mil programas infantiles. En 1998 emprendió su carrera de escritora con la publicación de su primera novela histórica, la calle de la Judería, a la que han seguido media docena de títulos más.

ANTICIPO:
A las bigas, siguió la lucha de púgiles y a ésta el lanzamiento de jabalina y la carrera de caballos a pelo. Durante un rato, Carisio dejó de pensar en su acompañante y se centró en la carrera, que estaba provocando una verdadera conmoción de gritos y carcajadas entre el público.

En efecto, siguiendo su consejo, Sexto había decido que los jinetes montaran algunos de los caballos ya domados, más de un centenar, arrebatados a los vencidos de Noega. En un principio, no parecía haber mayores problemas. Los participantes en la carrera montaron con facilidad en las pequeñas cabalgaduras, pero, en cuanto el legado dejó caer el paño blanco de salida, cada animal decidió hacer su voluntad y no la del hombre que llevaba encima. Unos se negaron a avanzar a pesar de los golpes en los lomos; otros trataron de desmontar a sus jinetes; otros, en fin, salieron en estampida pero no en línea recta, sino a través de cualquier resquicio dejado libre por los espectadores. Después de varios intentos infructuosos, y cuando algunos de los asistentes estaban a punto de sufrir un ataque debido a la risa, Sexto dio por finalizada la prueba y declaró campeón, en medio de una gran bronca, al único jinete que había conseguido realizar una cuarta parte del recorrido sin ser desmontado. Los apostadores-reclamaron la devolución del dinero invertido en la carrera, algo. a lo que se negaron los encargados de las apuestas. La fiesta estaba a punto de convertirse en una batalla campal cuando el anuncio del plato fuerte, la lucha a muerte entre los cautivos, calmó los ánimos enardecidos.

Escoltados por soldados y con grilletes en los pies, los prisioneros de Noega salieron del campamento en una doble fila, atravesaron el puente y fueron conducidos al centro de la explanada. Sus cuerpos desnudos y engrasados brillaban con las luces del atardecer y sus largos cabellos se agitaban con el viento. Todos ellos mantenían la cabeza alta y los labios firmemente apretados. La mirada de odio que dirigieron a los romanos situados próximos a la vereda por la que fueron obligados a pasar hizo atragantarse a más de uno.

Publio Carisio hizo una seña al lusitano para que se acercara.

-¿Les has dicho cuáles son las condiciones? -le preguntó.

-Sí, legado. I

-¿Y?

-No tengo ni idea de lo que piensan hacer -respondió el intérprete. -Bueno, que luchen como quieran. De todos modos estarán muertos antes de la puesta de sol.

El legado hizo una seña y los-hombres que escoltaban a los presos procedieron a quitarles las cadenas, retirándose después de la explanada. Ante el asombro de los espectadores, uno de los cautivos entonó un canto que fue coreado por los demás.

-Pero, ¿qué hacen? -inquirió Carisio al lusitano, que aún permanecía a su lado.

-No lo sé muy bien. Puede que estén invocando a sus dioses.

El legado recordó las palabras de su amigo Lucio Elio sobre los crucificados de Aracillum. Así pues, los salvajes estaban disponiéndose a morir. ¡Tendrían un buen espectáculo!

Acabado el canto, los prisioneros, ochenta parejas en total, se repartieron por la explanada disponiéndose a luchar. Era tal la fuerza con "la que se embestían unos a otros, la resistencia mostrada para no dejarse tumbar, la habilidad para sortear las caídas, que a los pocos instantes de comenzar la lucha, no había un solo soldado romano que no se hubiera dejado llevar por la visión de aquellos cuerpos musculosos que luchaban por su vida. Los encargados de las apuestas se vieron desbordados y tuvieron que multiplicarse para aceptarlas y apuntar los montantes en sus tablillas. El legado no perdía de vista al gigante que le había insultado y que destacaba entre todos. Estaba seguro de que sería el vencedor y, por supuesto, él no pensaba concederle la libertad. Cuando hubiese matado a todos sus compañeros, cuando sólo él quedase en pie, organizaría una prueba fuera del programa. Ofrecería una recompensa de quinientos sextercios al arquero que con una sola flecha le diera directamente en el corazón. Miró de reojo a Lenore esperando algún tipo de reacción al reconocer a los hombres de su poblado, pero la mujer seguía con los ojos fijos en un punto perdido del horizonte.

Los luchadores no se mataban entre sí. A medida que eran tumbados en el suelo, se retiraban a un lado de la explanada, cerca del río, y observaban la lucha de sus compañeros. El legado tardó en darse cuenta de que los cautivos no pensaban acabar unos con otros.

-¡No se desnucan! -exclamó airado.

Rechazó un primer impulso que le impelía a detener la lucha y ejecutar a todos los salvajes que, una vez más, se negaban a acatar sus órdenes. Sus hombres se estaban divirtiendo a pesar de que el suelo no estaba lleno de cadáveres corno habían esperado en un principio, las jarras de vino que pasaban de mano en mano habían calentado sus ánimos e incluso habían olvidado que aquellos luchadores no eran atletas, sino simples rebeldes salvajes que no merecían vivir. Únicamente quedaba una pareja de combatientes en medio de la explanada. Tal vez, meditó el legado, era más prudente esperar a que finalizara el combate, que sus hombres pudieran cobrar las apuestas y preparar la prueba de los arqueros para la siguiente jornada. Un clamor estruendoso le hizo prestar atención a la lucha. El gigante, del cual ya no recordaba el nombre, había sido el vencedor. El hombre levantó los brazos en señal de victoria y sus enemigos lo aclamaron corno a un gladiador victorioso en la arena del circo de Roma.

El legado se giró para ordenar a Marco Catulo que diera por finalizada la jornada Guando un gran barullo se produjo en la explanada. Todo ocurrió tan rápidamente que Publio Carisio apenas tuvo tiempo de reaccionar. Los soldados que custodiaban a los prisioneros se disponían a colocarles de nuevo los grillete s cuando, ante su sorpresa, se vieron atacados por éstos. Al tiempo que atacaban, los guerreros comenzaron a lanzar gritos y silbidos y los caballos apresados en Noega que pacían en un recinto próximo derribaron el vallado y galoparon hacia ellos: Visto y no visto, más bien esto último puesto que el anochecer llegaba en ayuda de los rebeldes y la visión era escasa, muchos de los prisioneros lograron montar en los caballos y huir hacia el bosque. Los que no lo consiguieron, lucharon hasta perder la vida contra la avalancha de soldados romanos que se les vino encima. El gigante no estaba entre estos últimos.

Las batidas que inmediatamente se organizaron y partieron en busca de los fugitivos no dieron resultado alguno. La noche, la naturaleza y el profundo deseo de conseguir la libertad se aliaron para ocultarlos de sus perseguidores.

El legado, blanco de ira, no podía creer lo que estaba ocurriendo delante de sus propios ojos. Por un momento, a la luz de una tea, creyó que el rostro de Lenore se animaba y que su boca dibujaba una sonrisa. No estuvo muy seguro de que hubiera sido así porque, un suspiro después, la mujer en la que no dejaba de pensar ni un instante seguía a su lado, imperturbable como siempre, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor.

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Interplanetaria

2 Opiniones

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    Cano
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    La novela historica tiene esos dos puntos. ¿Alguien me puede dar referencias sobre esta novela en esos dos sentidos? ¿Está bien documentada historicamente? ¿Es una novela interesante desde el punto de vista narrativo?

  • Avatar
    Lucano
    on

    La reconstrucción histórica es buena, aunque no soy un experto, y es una novela en donde pasan cosas. Yo la he leído con gusto, aunque se echa de menos un poco más de garra en las escenas de acción.

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