Los idus de marzo

Los idus de marzo es «una fantasía sobre ciertos sucesos y personas de los últimos días de la república romana», inspirada en parte por las cartas en cadena que circularon contra Mussolini en Italia bajo la dictadura fascista.

A través de la imaginativa reconstrucción de diarios, cartas y panfletos políticos, tanto de Julio César como de sus amigos, Thornton Wilder traza un retrato del dictador lleno de ternura, ingenio y sabiduría. César surge de él como un líder bienintencionado que ha instaurado una dictadura militar por necesidad y por egolatría, pero cuyas fatales debilidades conducirán a su asesinato de forma inevitable.

Thornton Niven Wilder nació en Wisconsin en 1897. Se graduó en Yale y después pasó un año en la Academia Americana de roma. Es uno de los escritores más importantes e influyentes del siglo XX. El puente de San Luis Rey (1927), por la que obtuvo su primer Premio Pulitzer, le situó en primera línea de las letras en lengua inglesa. Es autor, además, de La cábala (1926), Nuestro Pueblo (Premio Pulitzer 1938), La casamentera, La piel de nuestros días (Premio Pulitzer 1943) y El octavo día (National Book Award de 1968). Murió el 7 de diciembre de 1975, en Hamden (Connecticut).

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CÉSAR A CLEOPATRA

29 de octubre

Toda Roma habla de la magnificencia de la recepción de la reina; los más exigentes hablan repetidamente de su regio porte, de sus artes como ama de casa, de su discreción, del hechizo de su belleza.

Yo me permito hablar de mi amor y admiración que nunca menguan.

Mis visitas a la gran reina serán menos frecuentes en los días que siguen, pero la conjuro a que no dude de mi amor ni de mi incesante atención al bienestar de su país.

Me complacería muchísimo recibir a la reina con más frecuencia en mi casa. He pedido a la actriz Cytheris que dé a mi mujer lecciones de declamación y de los ademanes que se requieren de ella en los misterios de la Buena Diosa. Como también la gran reina ha de estar presente en tal reunión, creo que esas lecciones podrían interesarle mucho…, aunque esté muy lejos de mí suponer que la reina tenga algo que aprender en belleza de elocución o en dignidad de porte.

Al terminar las lecciones estoy seguro de que Cytheris no ha de negarse a cualquier deseo que la reina quiera expresar de que declame pasajes de tragedias griegas y romanas…, privilegio que han de envidiarnos nuestros descendientes.

La señora Clodia Pulquer se retira a su villa en el campo durante algún tiempo. Creo que ees conveniente que la gran reina sepa que hace tiempo le indiqué que hiciese este cambio de domicilio, aunque ella me pidió permiso para permanecer en la ciudad hasta el día siguiente a vuestra recepción. La razón de este apartamiento surge de un asunto que recontaré contigo algún día si es que deseas oírlo.

La felicidad que la visita de la reina me produce, en ocasiones distrae mis pensamientos de mi trabajo. Si fuera más joven, esa felicidad se aunaría con el trabajo y daría nuevos incentivos para proseguirlo. mis días, que se van alargando, me recuerdan, sin embargo que no tengo aquel tiempo, al parecer ilimitado, para el proyecto y la ejecución que en un tiempo tuve.

Permitidme combinar trabajo y felicidad yendo a visitar a la reina el [sábado] para mostrarle los planos que he trazado para los establecimientos coloniales en África del Norte. Si el tiempo es entonces favorable, me complacería llevar a la reina en bote a Ostia, e indicarle las medidas que he tomado para el control de la marea y la desaceleración de la corriente. En Ostia podremos ver los progresos que se han hecho en las obras del puerto, respecto a las cuales la reina ya me dio valiosísimo consejo.

Hay una cosa más que deseo decir a la gran reina. Espero que permanezca en Italia en visita más larga de la que, al principio, había planeado. Para alentar esta decisión, ¿puedo sugerir que envíe a Alejandría a buscar a sus niños? Colocaré una de mi galeras recién construidas, que ya han dado pruebas de ser las más rápidas que surcan el mar, a disposición de la reina para este encargo, y me dispondré a compartir su gozo a la llegada.

CLEOPTARA A CÉSAR

A vuelta de mensajero

Un equívoco, mi querido César, ha surgido entre nosotros. Comprendo que no hay protestas mías que puedan aclarar la equivocación sobre la cual te fundas. En mi sufrimiento, lo único que puedo esperar es que el tiempo y los acontecimientos te convenzan por fin de mi devocación y de mi lealtad.

Una cosa más debo decirte, sin embargo, y es que la situación en que me encontré -con asombro no menor que el tuyo- estaba organizada por personas malignas.

Marco Antonio me persuadió de que le acompañase a aquella parte de los jardines para ver lo que él llamaba «la más grande hazaña de atrevimiento que se ha visto en Roma». Asegurome que había de emprenderla él en compañía de cinco o seis compañeros suyos. Como había llegado para mí el momento de dar otra vuelta por los jardines, accedí a su requerimiento, llevando conmigo a Charmian. Lo demás, ya lo sabes.

No descansaré hasta haber obtenido pruebas de la complicidad de otros en lo que entonces tuvo lugar. Sé que las pruebas no te convencerán de mi inocencia , a menos de que también pueda convencerte de mi incasable preocupación por todo lo que a ti se refiere, tanto en tu interés como en tu felicidad. Sólo esta ambición me mueve a aceptar también tu invitación a que asista a las sesiones dirigidas por Cytheris en tu casa.

No quiero esta vez enviar a buscar a mis niños queridos, aunque te agradezco la ocasión que me ofreces.

Querido amigo, gran César, mi amante, lo que domina por encima de todo mi pensamiento es haberte hecho sufrir injustamente. Lloro de angustia contra esas fuerzas del destino que, merced a un designio infernal que los humanos no podemos contrarrestar, me han hecho instrumento de tu decepción. ¡Oh, no lo creas! No te permitas ser víctima de tan transparente mala fortuna. Recuerda mi amor. No empieces ahora a dudar del brillo de mis ojos y del goce de mi rendimiento. Aún soy joven; ignoro qué forma daría una mujer con más experiencia a sus protestas de inculpabilidad. ¿Debo indignarme porque no me crees? ¿Debo mostrarme altiva y enojada? No lo sé; sólo puedo ser sincera, aunque sea a expensas del pudor. Nunca he amado, nunca volveré a amar como te he amado a ti. ¿Quién puede haber conocido lo que yo conocí…, un deleite inseparable de la gratitud, una pasión que no era menos por ser toda homenaje? Tal era el amor conforme a la diferencia de nuestras edades; no necesita temer comparación con ningún otro. ¡ay, recuerda, recuerda! ¡Fíate! No me separes como con una cortina de la divinidad que llevas dentro. Cortina la más negra, ya que está hecha con tu creencia en mi traición. ¡Traidora yo! ¡Desenamorada yo!

Estas palabras no son regias. Son Sinceras; me expreso de este modo por última vez hasta que me permitas resumirlas. Ahora adopta las que corresponden a una visitante oficial, porque la conformidad con tus deseos es regla de mi amor.

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Interplanetaria

1 Opinión

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    Cynch
    on

    La verdad es que el libro me encantó. La imaginación y originalidad empleada por el autor es realmente sorprendente; su ingenio a la hora de encadenar los hechos, conectando cada capítulo con el anterior, hace que a los lectores no nos quepan dudas sobre la unidad de la obra.

    Julio César es el típico rey que no se hace llamar así, por no derrocar la idea de República que ya había sido suplantada por la de Imperio, debido al crecimiento romano y el conjunto de ambiciones personales…

    Sinceramente, una cultura espléndida, con límites aparentes que en realidad se excedían: el adulterio, la homosexualidad, la envidia y la traición por encima de los lazos familiares o de amistad, la corrupción y la pobreza. Son todos estos, aspectos que no se apartan mucho de lo que es nuestra sociedad actual; por eso considero de mucha relevancia su lectura para así enterarse de dónde provinen tales actitudes actuales en nuestro triste mundo.

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