Ritos de muerte

La inspectora de policía Petra Delicado trabaja en el Servicio de Documentación de una comisaría de Barcelona. Un día, el inspector jefe la llama, la presenta al que será su subordinado, Fermín Garzón –un subinspector recién llegado de Salamanca-, y encomienda a ambos un caso de violación. Nada parece indicar que vaya a ser un caso complicado, aunque la única pista de que disponen es una marca que el violador ha impreso en el brazo de la víctima con algo así como una pequeña corona de pinchos, que produce una herida cuya forma recuerda a una flor.

Alicia Jiménez Bartlett nació en Almansa, Albacete, en 1951. En 1975 se trasladó a Barcelona, ciudad en la que reside. Es doctora en literatura por la universidad de Barcelona. Ha publicado entre otras las novelas Exit, Pájaros de oro, Caídos en el valle, El cuarto corazón, Vida sentimental de un camionero y La última copa del verano. Petra Delicado es la investigadora que protagoniza las novelas Ritos de muerte, Día de Perros, Mensajeros en la oscuridad, Muertos de papel y Serpientes en el paraíso.

ANTICIPO:
Lo habían encontrado sobre las once de la noche, tirado en una calleja cercana a su casa, con varios navajazos en la parte izquierda del cuello y el pecho. Era el primer cuerpo muerto violentamente que veía, era incluso mi primer cadáver en general. Lo observé con frialdad, intentando que mis ojos traslucieran reacciones profesionales, pero hubiera deseado alejarme de allí.

La escena se hallaba llena de guardias. El comisario estaba también.

-Mal asunto, ¿no, Petra?

-¿Cómo fue?

-Le atacaron por delante y no hay indicios de lucha. -Cogido por sorpresa.

-Eso parece.

-Por delante y por sorpresa. Curioso ¿verdad? Debía ser alguien que lo conocía, ¿qué piensa usted?

-Alguien debió citarlo aquí. Es un buen-sitio para que nadie le oyera gritar, si es que gritó.

-¿Cómo relaciona esto con el caso?

-No lo sé. Es pronto para hacer conjeturas. Vamos a ver qué pruebas se obtienen del cadáver, haremos una lista de sospechosos y… ¿quién lo identificó?

-Uno de los guardias, con las fotos que usted les había facilitado.

-Buen trabajo.

-La policía, generalmente, funciona bien. ¿Cree que es el mismo hombre que la atacó?

-Sí, sin duda lo es.

Nadie le había cerrado los ojos. Volví a mirarlos y reconocí aquella gran profundidad vacía, eran casi tan inexpresivos en la muerte como en vida.

-¿Dónde está su compañero Garzón?

-Con e! juez. .

Entonces e! comisario atisbó mi atuendo festivo bajo e! abrigo y dibujó una sonfisa burlona.

-Se ha puesto muy elegante, ¿no será para recibir a los periodistas? Allí, tras el cordón policial hay una auténtica nube. Supongo que están esperándola.

-Señor, por favor, le ruego que hable usted personalmente con el juez y le pida que declare secreto este asunto.

Se echó a reír.

-¡No sea novata, Petra!´ Nosotros siempre intentamos que los casos se declaren secretos, pero los jueces hacen lo que quieren. Tendremos que acostumbramos a vivir entre periodistas, no hay más gaitas.

Se alejó con un andar atlético bastante estudiado.

-¡Manténgame informado!, y si requieren ayuda, díganlo. Su pongo que aún podré rapiñar un poco más de personal suplementario.

Me acuclillé ante e! cadáver. Ahora sí podía escudriñarlo tranquilamente. Era patético, sus grandes ojos abiertos hacia e! cielo oscuro. La sangre coagulada sobre las heridas parecía un informe montón de posos de café. Despatarrado, los brazos abiertos en cruz. Acerqué una mano temblorosa y, sin apenas tocarlo, levanté su labio superior. Apareció a la vista e! diente ennegrecido. Lo solté con repugnancia y quedó ligeramente arremangado. Una espantosa sonrisa. Me volví, superé e! instinto de marcharme y regresé junto al cuerpo muerto. Con cuidado de no tocarlo miré en su muñeca. Llevaba reloj, un reloj aparentemente convencional. Cuando e! cadáver fuera oficialmente levantado podría estudiarlo, rastrear en él detalles significativos. En cualquier caso, parecía evidente que no tenía incorporado el artilugio de marcar chicas. El hecho de que no lo llevara puesto descartaba la posibilidad de que alguien le hubiera matado repeliendo un intento de agresión. Pero ¿había en realidad algo que debiera considerarse descartable? Podía haber intentado violar a una chica sin intención de marcarla esta vez. ¡Aunque era tan díficil creerlo!, un tipo acosado por la policía, solo, desequilibrado, ¿cómo hubiera sido capaz de cometer un nuevo delito? A no ser que se tratara de un intento de despistar y alejar de sí el rastreo policial. Quizá la frialdad que desde el principio le habíamos supuesto era aún mayor de lo que.imaginábamos, quizá con toda premeditación había dejado de lucir e! fatídico reloj de púas para violar a otra chica, quizás ésta se resistió, llevaba un cuchillo encima, le asestó las puñaladas, después se asustó y se fue sin dar cuenta a la policía.

-Demasiado complicado -dijo Garzón.

-Quién sabe, mon ami, quién sabe -le contesté sin ningún convencimiento.

Dos días después tuvimos e! informe pericial de! forense. En efecto no había existido violencia previa a la muerte. El asesino, fuera quien fuese, no le había dado golpes o arañazos. La víctima no se defendió. Fuera quien fuese, se puso delante de Juan, o estaba hablando con él, y sin aviso, le atacó. Ninguna contraofensiva, de un modo increíble fue sorprendido y se dejó matar. Cinco puñaladas de profundidad media demostraban que se había tratado de un ataque cargado de decisión.

-Tiene que haber sido una venganza -afirmé.

-O bien alguien que conocía desde hace tiempo su secreto y, de pronto, por algún motivo que no sabemos, lo asesinó.

Estudiamos largamente e! reloj que e! muerto llevaba. Era vulgar, nuevo, uno de esos relojes que pueden comprarse por dos o tres mil pesetas en cualquier parte. Garzón dedujo enseguida que acababa de adquirirlo con la intención de enterrar para siempre e! recuerdo de las púas.

-De ese modo, si lo atrapaban, no sería llevando esa prueba inculpatoria.

Reflexioné.

-Hay algo que no me cuadra. En primer lugar, no es lógico que un tipo culpable prevea las circunstancias atenuantes en caso de captura. Además, aun suponiendo que hubiera tirado e! reloj de las púas a una cloaca, ¿por qué tenía puesto un reloj tan nuevo?

-¡Porque lo compró para sustituirlo!

-Eso significaría que habitualmente usaba todo e! tiempo el de las púas, lo cual no creo en absoluto. Entonces, ¿dónde está el que llevaba cada día? Su madre dijo que le había regalado uno años atrás, por lo cual es imposible que se trate de éste, completamente nuevo. y bien, entonces ¿dónde está ese reloj, el suyo, el de siempre? ¿Por qué no lo llevaba en el momento del asesinato?

-No querría que le identificaran con ninguno de sus relojes. -Eso es absurdo, Garzón.

-En un caso de pánico la mente no siempre funciona a pleno rendimiento. Debió creer que llevar un reloj nuevo le evitaría peligros.

Negué distraídamente con la cabeza, suspiré:

-¿Ha ido la familia a identificarlo?

-Sí.

-¿Y?

-Un drama, ya puede imaginarse.

-Me lo imagino.

-Pero no un drama tan trágico como yo pensaba. La verdad es que tanto la madre como la novia de Juan estaban más agresivas que tristes.

-¿Agresivas?

-Aún llorando, no han parado de decir que la responsable de la muerte de Juan es usted.

-Eso también me lo imaginaba. Es un razonamiento fácil, yo le señalé como culpable sin tener pruebas definitivas y ahora alguien se lo ha cargado por ser el violador. Estaba segura de que se harían esa composición de lugar, es la que más les conviene. ¿Y el relojero, ha venido ya para identificar el cadáver?

-Aún no. Ha dicho que no vendrá hasta que no cierre la tienda. -¡Vaya huevos!

-También dijo que él era un trabajador, y que la policía no puede disponer por las buenas de tu persona.

-¡Viejo cabrón!

Tuvimos que esperar en el depósito- casi dos horas hasta que al joyero le dio por aparecer. Me sentía furiosa. Llegó, como siempre, enfurruñado y cascarrabias. Llevaba encasquetada una gran gorra de pata de gallo que ni siquiera se quitó como detalle de respeto al muerto. Llamamos al encargado y nos abrió el cajón frigorífico. Miró al interior con cara de asco. ´

-¿Es éste el chico a quien vio?

lo observaba como si fuera una de tantas basuras esparcidas por el mundo.

-Puede ser.

-Examínelo con detenimiento.

Se volvió, crispando su boca fruncida mientras hablaba:

-Oiga, se lo dije con las fotos y se lo diré veinte veces más, Soy viejp, veo a mucha gente y no puedo acordarme de todo el mundo. Creo que está muy claro.

Me acerqué a él presa de un gran nerviosismo.

-Oígame usted a mí, desde que le vi por primera vez, no ha hecho usted más que poner dificultades. Ahora estamos tratando un asesinato, entiéndalo. Si se niega a colaborar, voy a encargarme personalmente de queje marquen la cara a hostias, hablo en serio, por más viejo que sea.

Se asustó. Replegó el cuerpo como una babosa. Miró a Garzón pidiendo clemencia.

-¡Míreme a mí! -chillé-. Y después mire al muerto y diga de una puta vez si es para quien hizo el encargo.

Titubeó aún. lo cogí del brazo y lo empujé poniéndolo frente al cadáver de Jardiel. Temblaba.

-Sí, guarda parecido, sí. El que vino tenía el pelo de ese color, y la cara, sí, creo que es él.

Levanté el labio del muerto y le mostré el diente oscuro.

-Sí, lo es, seguro que es él.

-De acuerdo, puede marcharse.

Se largó lo más rápido que pudo. Garzón me miraba con ironía. ,-Ha vuelto a salir la fiera que lleva dentro, ¿no, inspectora? -y lo malo es que esta vez ha sido de verdad y no para impresionarlo a usted. Tendré que empezar a preocuparme.

-¿Por qué la exalta tanto ese honrado comerciante?

-¡Al carajo los honrados comerciantes!

-Si no me equivoco está seriamente enfadada.

-¡Y cómo le parece que puedo estar! ¿Qué más puede ocurrir? Tenemos prácticamente acorralado al culpable y se nos escabulle en las mismísimas narices. Una semana más tarde lo matan y no hay ni un jodido indicio de quién ha sido o por qué motivos lo ha hecho ¿Cree que es como para reírse?

-Vayamos a tomar un café.

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5 Opiniones

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    pradera
    on

    Yo es que ni vi la serie. ¿Merecen la pena los libros?

    La verdad es que no me imagino a Ana Belén haciendo de detectivesa, había acción, al menos? ni siquiera sexual?

    pistas, seeñores de la novela negra, demen pistas

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    Boj
    on

    La serie lleva ya unos cuantos libros. La serie de televisión fue un fiasco completo, pero es un error asociar los libros al fracaso o éxito de su versión audiovisual. No está mal.

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    Laura
    on

    ¿Por qué se acepta lo que viene de fuera sin preguntar y se rebaja lo que se hace aquí a la mínima, aunque sea a santo de una serie que no tiene más relación con las novelas que ser una adaptación de ellas?

    Porque somos así.

    Y así nos va.

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    Thomas
    on

    Soy un Frances quien está aprendiendo el español y escogé esté libro totalmente al azar cuando vine a Barcelona el otoño pasado. Tengo que decir que ha sido un golpe de suerte haber escogido esté.

    Aunque no entiendo todas las palabras, no tengo ningún problema para seguir la historia que encuento apasionante.

    Me gustaría encontrar otras novelas de la misma autora pero parece dificil desde Paris.

    Que mala suerte !!!

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    carlota
    on

    La serie efectivamente fue un fiasco,aunque los guiones no eran malos en cuanto al argumento la traslación de la protagonista a la pantalla, su modo de hablar etc., fue fatal, además, Ana Belen, que tiene un pase como actriz de comedia, no supo darle el punto "bordeline" que tiene la protagonista de la novela, simplemente, la convirtió en una redicha y borde.

    Las novelas merecen la pena, son entretenidas y además, están bien escritas.

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