Tristán e Isolda

La historia de Tristán e Isolda es uno de los mitos de amor de mayor difusión universal, un amor que surge del azar, provocado por una equivocación, no por la afinidad electiva ni por el compromiso social. Tal vez por ello, su atractivo perdura hasta nuestros días.

Siruela nos presenta una edición íntegra del poema, repartida en dos tomos. En el primero Tristán e Iseo se recopilaron todas las versiones francesas en verso, redactadas y difundidas durante la segunda mitad del siglo XII y las primeras décadas del XIII.

En este segundo volumen, se recopilan las versiones alemanas con el poema completo de Eilhart von Oberg y lo que queda del de Gottfried von Strassburg.

El Tristán de Eilhart von Oberg es el único poema alto-medieval sobre los amores entre este héroe y la reina Isolda que ha sobrevivido entero hasta nuestros días y permanecía inédito hasta ahora en español. La historia de esta inmortal pareja de amantes, que comenzó a componerse en la segunda mitad del siglo XII, nos ha llegado a través de múltiples manuscritos de los que sólo conservamos fragmentos, tanto en sus primeras versiones francesas como en el monumental poema de Gottfried von Strassburg de principios del siglo XIII. Ante este desolador panorama, la versión de Eilhart von Oberg resulta una pieza clave para reconstruir fielmente fragmentos dispersos de una de las novelas de amor más originales y complejas de la literatura universal.

ANTICIPO:
Pero entonces los vientos iniciaron una terrible tempestad que con toda su fuerza y gran poder se apoderó de la nave, arrojándola en aquella sola noche hasta la mismísima Irlanda, a la costa frente al castillo en el que Tristán había sido curado. ¡Qué viaje tan terrible! Cuando el señor se dio cuenta de la situación, habló a sus hombres:

—Aquí fui sanado. Pero me temo que estamos condenados a sufrir en este lugar una desdicha tan grande como la dicha de que gocé yo. Si éste es el castillo del rey de Irlanda, podéis estar seguros de que necesitaremos mucha astucia para salir de aquí y sólo lo conseguiremos con algún ardid. Haced lo que os pido: callad todos y dejadme hablar a mí solo. Trataré de salvar nuestras vidas con alguna estratagema.

Cuando el rey oyó que había una nave tan cerca, se enojó mucho y dijo a su mariscal que no lo tolerara y que les cortara a todos la cabeza. Le gustara o no, resultaba imposible desobedecer la orden; se aproximó al barco y dijo de inmediato a los hombres que debía ajusticiarlos.

—No sería nada bueno para vos —dijo el noble Tristán, ofreciéndole una excelente copa de oro con el ruego de regresar a la corre, acceder a transmitir al rey sus palabras y quejas y dejarlos vivir mientras tanto; a cambio le daba la copa.

El mariscal les concedió todo lo que solicitaron, pues era un hombre cortés. Sacaron la copa y el mariscal la aceptó en un acto de cortesía. Tristán, el señor, dijo:

—Explicad al rey que hemos venido a esta tierra yo y doce de mis compañeros, los mejores mercaderes. Salimos de Inglaterra oyendo decir que en este remo había una gran hambruna. Cargamos entonces rápidamente doce naves con alimentos para traéroslas y nos dirigimos hacia aquí. Pretendíamos ganar dinero y fama. Sin embargo, encontramos a gente que viajaba de vuelta y que había sido perseguida; una de estas personas nos dijo que a todo el que viniera por aquí lo mataban. Por ese motivo comenzamos a lamentar mucho el grave perjuicio que esas noticias nos reunimos en consejo y resolvimos que decidiríamos por sorteo —lo que ha hecho grandes mis penas— quién debía llegarse aquí con su nave y comprobar si se aceptaba que acudiéramos con nuestras mercancías. La suerte me tocó a mí y mis compañeros esperan en alta mar. Rogad, pues, al poderoso rey que perdone nuestras vidas y decidle que nosotros le traeremos en breve todos esos buenos alimentos. Comunicadle también mi nombre: me llamo Tantris.

El mariscal tenía la certeza de que le habían contado la verdad y transmitió la historia al rey, tal como le había rogado el mercader. Así, la muerte de los extranjeros fue aplazada, aunque permanecieron atracados con gran temor delante del castillo hasta mediodía. Oíd lo que se decían uno a otro:

—Aunque alguno de nosotros se salve, tendrá que permanecer para siempre como prisionero en Irlanda.

En esto pasó por allí un hombre que, hablando, informó a Tristán de la presencia de un dragón que estaba devastando el reino; aseguraba el hombre con toda garantía que a aquel que se enfrentara al dragón, si Dios le otorgaba matarlo, el rey le entregaría, sin duda alguna, su hija. Allí se demostró nuevamente que el intrépido Tristán era un caballero atrevido, pues decidió arriesgar su vida por esa mujer y también para que sus compañeros pudieran salvarse. Consideraba, finalmente, que prefería perecer ante el dragón que morir sin posibilidad de defenderse.

A la mañana siguiente se armó con esmero para la empresa y cabalgó con arrojo hacia donde iba a obtener una gran victoria. Sobre el campo avistó a cinco hombres en un otero y galopó rápidamente por el camino que llevaba hacia ellos. En aquel momento vio a uno de los hombres huir a toda prisa, fue tras él lo agarró por los pelos y le preguntó en voz alta quién le perseguía para que huyera de esa manera. El hombre le contó que se trataba de un dragón que ya había quemado a muchas personas en aquel país.

—Está a punto de llegar y, cargado de ira como viene, querrá matarme; señor, dejadme huir de él y que Dios os lo pague para siempre.

El héroe lo dejó marchar amablemente, pero antes le preguntó por dónde andaba la bestia, a lo que el joven le Índico el camino. En esto, Tristán divisó a lo lejos al dragón acercándose cabalgó hasta una hondonada profunda y se mantuvo quieto hasta el momento en que pasó por su lado. Entonces el noble hombre lo acometió veloz, partiendo su lanza contra la fiera, lo que sin embargo no le causó a ésta más daño que si le hubiera arrojado un huevo. Escuchad ahora cómo se batió: aún no había terminado de romper la lanza y ya tenía en su mano la espada. Aunque el dragón quemó su corcel hasta macarlo, el buen héroe lo atacó con intención de quitarle la vida. Lo golpeó con la espada que llevaba en la mano y dondequiera que daba con ella con toda su fuerza, nada podía resistírsele. Así venció el hombre al enorme dragón. Aunque más tarde redundaría en su provecho, pagó por ello un precio muy alto, porque el fuego le había producido quemaduras hasta casi hacerle perecer. Pero había obtenido la victoria con osadía de guerrero y le cortó la lengua al dragón para guardársela. Y si estáis de buen ánimo os gustará oír lo siguiente: se dirigió hacia una laguna en la que se propuso refrescarse. El soberbio guerrero, que estaba ennegrecido como el carbón, halló una charca fresca y se echó dentro de ella pensando que moriría por las quemaduras que le había producido el hierro ardiente. Allí quedó echado el noble Tristán en su terrible dolor.

Sabed ahora quiénes eran los que habían estado en el otero y qué hacían en aquel lugar. Se trataba del senescal y quien lo desee podrá oír aquí lo que en su arrogancia tramó. Junto a los demás, dedujo que aquel que había venido cabalgando hacia ellos con el escudo y la lanza, tan rápido como si fuera una gran tempestad, se habría dirigido hacia donde estaba escondido el dragón. Decidieron seguirle silenciosamente y temerosos, hasta que de repente llegaron al lugar en el que la bestia yacía muerta. El senescal dijo a sus hombres:

—Diréis que lo he matado yo y gozaréis para siempre de reputación, pues os haré poderosos a todos.

Ellos respondieron que a fe que lo harían gustosos. Sin embargo, no les convenía dejar de buscar a Tristán para quitarle la vida a traición —aunque no lo hubieran conseguido ni en el caso de haberlo encontrado—. Como no dieron con él, dijeron enseguida:

—Señor, en verdad que estará muerto.

El cobarde creyó haber superado sus preocupaciones de una vez por todas. Cabalgó de inmediato hacia donde estaba el rey y le dijo la gran simpleza de que había matado al dragón y con esa mentira solicitó acto seguido al soberano la mano de su hija. E1 poderoso monarca le contestó: ´

. —No podré evitarlo a no ser que quiera actuar con felonía Pero me gustaría saber con certeza quién mató al dragón

. —Sena un gran desaguisado —dijo el senescal— enorgullecerme de algo que fuera mentira.

Por poco hubiera engañado a su señor, pues este creyó que era cierto. El propio rey relató el suceso a su hija, informándola de que el senescal la había ganado por esposa arriesgando su vida de modo muy valeroso y dijo públicamente que se la daría en matrimonio y que ella debía aceptarlo gustosa porque él había matado al dragón. La dama respondió enseguida

. —Padre, créeme si te digo que él no te ha dicho la verdad. Jamás realizo proeza alguna; ¿de dónde sacaría ahora el valor para enfrentarse al dragón? Aplaza tus propósitos y entérate antes bien de la verdad; dile al buen vasallo que espere hasta mañana por la mañana.

. —Lo haré —dijo el rey.

. Ocurrido esto, en verdad que el senescal comenzó a impacientarse. Exhortó al rey, su señor, a que por la credibilidad de su palabra hiciera lo que le había prometido. Oíd ahora con que ingeniosidad Isolda averiguó quién había matado al dragón Le dijo a Perenís, que, en silencio, trajera los caballos cuando amaneciera. A Branguena, su doncella, le indicó que quería acudir rápidamente a ver cómo había sido herido el dragón. El chambelán Perenís le trajo temprano los caballos, montaron en ellos y cabalgaron aprisa. Al poco, la poderosa dama vio las huellas de Tristán y dijo a Branguena:

—Observa que el caballo que trajo al hombre que se enfrentó al dragón llevaba herraduras. Todos sabemos bien que aquí no herramos los caballos. De dondequiera que haya venido el que cabalgó por aquí, puedes estar segura de que fue él quien mató a la bestia.

Al cabo de poco, las damas llegaron al lugar en donde yacía el dragón muerto. Encontraron entonces un escudo rojo tan quemado que no podían reconocerlo por sus colores, a pesar de que estos habían sido brillantes y valiosos. Hallaron también un caballo completamente calcinado por el fuego, al que observaron con detenimiento; reconocieron bien que no había sido criado ni vendido en esas tierras, según lo leí en el libro y lo escuché de palabra.

— ¡Ay!, ¿dónde habrá ido a parar el hombre que montó este caballo? —Dijo la hermosa dama—, ¡Cuánto me gustaría saberlo para poder dar con él! Los asesinos lo habrán matado. Quizás esté enterrado en algún lugar de por aquí.

La señora pidió a Perenís que buscara la tumba y que si encontraba al héroe le daría cien marcos. No buscaron mucho: Branguena llegó hasta la laguna en la que yacía y cuando la doncella vio resplandecer el yelmo como un espejo, enseguida se llegó hasta él. Le pareció que se movía y por eso llamó a su señora:

—He encontrado al hombre, gravemente herido. Venid corriendo, por si lo podéis salvar —gritó la buena Branguena.

La dama se alegró y, cuando vio al caballero, se acercó presta y le desató el yelmo. Tristán oyó bien que había allí unas damas, las miró y preguntó quién venía a quitarle el yelmo. La dama le contestó:

—No tengas miedo, caballero; te será devuelto en perfecto estado.

Y se sentó a su lado diciendo:

—Yo cuidaré de él.

De inmediato lo desarmó y no lo dejó por más tiempo allí estirado. Ordenó a Perenís que cargara con el hombre, ella misma cogió las armas —el yelmo y la espada— y Branguena llevó la coraza. Pronto regresaron a la ciudad, donde hizo que le prepararan un baño a escondidas. La mismísima doncella poderosa bañó al guerrero. Le curó las heridas frotándolo con muchos buenos ungüentos por todas partes hasta que recuperó su esplendor y reapareció en toda su hermosura.

Cuando el osado caballero Tristán hubo recobrado su color, le pareció que, sin duda, ella era la dama que él buscaba. Observó detenidamente su cabello, en pos del cual había viajado incansable durante tanto tiempo. El buen héroe rió para sus adentros. La poderosa dama lo vio y pensó en su interior: «He hecho algo que le ha parecido una necedad, pero no caigo en la cuenta de qué más puedo hacer, a no ser que él quiera que le limpie la espada. Bien que le concedo este deseo suyo». Así reflexionó y la buena mujer comenzó a pulir la espada con esmero, reconociendo por la hendidura que se trataba de Tristán. Se sentó en el suelo y fue presa de una gran pena. Corrió luego hacia su cajón saco el fragmento y lo colocó en la mella a la que pertenecía ´

—Eres tú, Tristán —dijo—, el que ha matado al dragón. Pero esto no te ayudará a marcharte de aquí vivo. Por cierto que pagaras por mi tío. Yo misma te denunciaré ante el rey mi padre

—Señora, obraríais mal.

—Tú también obraste mal conmigo.

—No, por cierto.

—Pues claro que sí: mataste a mi tío.

—Tuve que hacerlo.

—Pues debes saber que pagarás por él.

— ¿Cómo?

—Con la vida.

—No es costumbre dar una vida por otra. No, dulce y hermosa mujer. ¿Acaso debo yo ser víctima de tales prácticas?

—Si, tú.

—Me disgusta.

—Lo sé.

—Entonces líbrame de ello.

—No. Vengaré la muerte de mí tío.

—Eso no suelen hacerlo las buenas mujeres.

—Contigo seré malvada.

— ¿Es eso cierto?

—Sí.

—Me entristece.

— ¿Por qué?

—Te lo diré.

—Sí, habla.

—Porque me causa perjuicio tu maldad.

—No es verdad.

—Sí, por cieno.

—Aun así estoy totalmente segura de que nada te podrá ayudar

—Si podría. •

— ¿Cómo?

. —Si fuerais noble, pensaríais en vuestro fuero interno; «Él esta bajo mi protección y mi vigilancia. Si alguien lo mata, yo lo vengaré». Recordad que vos misma me habéis traído aquí.

—He pensado muy bien lo que atañe a la deshonra. Pero quiero vengar mi dolor con tu muerte. Hablaré con mi padre y le diré que estás aquí. Ninguna de tus astucias te salvará: pagarás por mi tío.

Cuando ella quiso salir a toda prisa, llegó Branguena corriendo. Mucho esfuerzo costó a la dichosa doncella calmar a la dama, que sollozaba fuertemente y quería ir a decírselo a su padre.

—Si matan ahora a este hombre, si muere, vos, que deberíais haberle dado seguridad, no superaréis Jamás la deshonra. Además, os convertiríais en la esposa del portaviandas de vuestro padre— ¿Qué fama os aportaría tal matrimonio? Sin duda, una que no os deseo. Tristán es un hombre noble y para todo el mundo un buen caballero. Considerad que, aunque hubiera matado a todos vuestros familiares, lo sobrellevaríais mejor que casándoos con tal malhechor que no conviene a vuestra honra.

Cuando Branguena hubo dicho esto, la dama recapacitó y volvió a serle clemente. Su profundo sufrimiento se mitigó y consiguió olvidar su gran duelo. Mandó llevarle vestidos nuevos de terciopelo rojo —fue Branguena quien se los llevó— y lo encomendó a la protección de la doncella. Cuando el buen señor se puso los nuevos vestidos, estaba muy hermoso. La dama lo besó en la boca y fue luego ante su padre diciéndole que se había enterado de quién había matado al dragón.

— ¿Es cierto?

—Sí, y tu cobarde no lo tocó jamás.

—Sí lo hizo.

—No, él no.

—Tiene testigos para probarlo.

— ¿Quiénes?

—Cuatro de sus hombres.

— ¿Y son de fiar ésos?

—No lo sé, son hombres suyos.

—Y harán todo lo que él les ordene. ¿Acaso vas a dejarlo en sus manos? Él jamás tocó al dragón.

— ¿Lo sabes tú?

—Sí, yo lo sé bien. ¿Gozará de tu gracia el que lo mató?

—Sí, por mí fe. ¿Dónde está ahora?

—Muy cerca de aquí, donde yo pueda encontrarlo.

—Entonces mándalo traer ante mí.

— ¿Contará él con tu favor?

—Sí. Cualquier cosa que me haya hecho le será perdonada a cambio.

—Bésame delante de los hombres, padre, y confirma plenamente la conciliación.

—Le perdono todo lo que me haga o haya hecho.

—Entonces bésame en su lugar.

— ¿Qué más quieres que haga?

— ¿Le has concedido perdón sincero?

—Si lo he hecho.

—Entonces podrá presentarse. Pero aplázalo hasta mañana por la mañana y trae a tus hombres. Yo haré venir al caballero, citado a tu juicio contra la vida del senescal, para que tú puedas ver la disputa y cómo le tendrá que confesar que jamás vio dónde murió el dragón ni cómo llegó a su fin.

—Lo prometo —dijo el noble rey y sin esperar más mandó emisarios convocando a los príncipes del país, a duques y condes.

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2 Opiniones

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    anonimo
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    el libro tristan e isolda es uno de los mejores libros que e leido, es una exelente literatura mediebal es muy interesante, fuera deque encontramos muchos casos y esenas como puede ser de amor traicion odio y rencor.

    este libro es muy bueno.

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    ANONIMO
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    ESTOY DE ACUERDO ES EXELENTE.

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