← El origen de las especies Golden Idols → Será hija de puta febrero 28, 2010 1 Opinión Género : Romántica Autor : Sergio Rubalcaba Será, hija de puta, pensó, mientras se alejaba de aquel estrecho estercolero en el que se habían convertido sus sentimientos en los últimos segundos. Segundos lapidarios, temblorosos, crueles, pero reales como la vida misma, como el frío que había comenzado a sentir por todo su cuerpo. De repente, calló sobre su cerebro una losa de frío granito, traído del ártico exclusivamente para él, en primera clase, de demasiada dureza para poder romperse o ni tan siquiera reblandecerse con el paso del tiempo. Había surgido un abismo de la nada, una puerta infranqueable se había cerrado con un portazo atronador que le hizo peligrar sus propias narices, asomadas en el quicio de la puerta en el instante más inoportuno, ese estruendo era el culpable de no poder escucharse ni siquiera a sí mismo, el culpable de no poder ordenar sus pensamientos, ahora llenos de odio y dolor, de culpa y de vergüenza. Sólo percibía un pequeño susurro repetitivo e incansable, unya te lo dije, seguido de yahora que. Y aquello, le martilleaba el cráneo, porque cerebro no tenía mucho, una y otra vez, como un diapasón incansable, mecánico y reincidente en su tic tac, marcando el compás de una canción interminable. En el fondo, muy en el fondo, él siempre supo que aquello no duraría eternamente. Siempre le llamó la atención cómo todo el esfuerzo y el empeño que él ponía en hacer planes a largo plazo, por tener un horizonte juntos, era sistemáticamente desmontado con una perfecta y engrasada maquinaria, que ella gestionaba a la perfección. El sexo rápido, la comida de no más de 1 hora, sin tertulia, por supuesto, el constanteinterrumpidor, como él acostumbraba a llamar al teléfono móvil de ella que no paraba de sonar en los momentos más inoportunos, el estrés del trabajo, el salir a divertirse con mucha más gente evitando así estar solos demasiado tiempo, el acuerdo de dormir cada uno en su casa y dios en la de todos, no por el qué dirán, sino por comodidad y egoismo, las prisas, y un largo etcétera, de pequeños detalles que ahora cobraban un horrible y humillante sentido. Será, hija de puta, pensó de nuevo, pero ahora además lo gritó, en medio de la calle, y le importó un mierda que algunos vecinos se le quedaran mirando desde los balcones de sus casas. Le importó una mierda sentirse una mierda. Pero en el fondo, tras esa apariencia de hombre duro, imperturbable que siempre había cultivado, lo cierto era que sí le importaba. De modo que después de ahogar su insulto callejero en el propio bullicio de la ciudad, se sintió todavía un poco peor si cabe, e intentando parapetar sus abundantes lágrimas tras la mano derecha, lloró como hacía mucho tiempo que no lo hacía, lloró de rabia, de dolor, pero sobre todo lloró al sentirse derrotado, ninguneado y estafado por la propia vida qué él creía, hasta ese mismo instante, la mejor de todas las posibles, la suya. Por cada una de las lágrimas que conseguían, a duras penas alcanzar el suelo, evitando ser absorbidas por el pañuelo que tanto estaba resistiendo el avance de aquella lluvia copiosa, sentía que ella se alejaba un poco más, no demasiado, pero lo suficiente para sentirse perdido y agotado. No era el momento de echarle nada en cara, entre otras cosas porque ella no estaba allí para recibir el torrente de palabras que se estaban agolpando en su cabeza, palabras dolorosas de pronunciar, seguro que más dolorosas escuchar, pero él sabía que nunca ya tendría oportunidad de pronunciarlas. Y quedarse con todo ese poso maloliente de rencor para su disfrute personal, le irritaba. De nuevo, el martilleo inagotable, abatía lo poco que aún quedaba en pie de su ser, tic tac. Será hija de puta, se dijo, por penúltima vez para sí mismo, con resignación, mientras veía en su cabeza como ella se alejaba, sin un ápice de remordimiento en su expresión. Le dijo, que así eran las cosas, que ella no podía luchar contra lo que sentía, y que desde luego él ya no estaba en la lista de cosas que quería conservar. No se trataba de un cambio por otro objeto de similar valor, se trataba, sin lugar a dudas, mucho más existencial según ella, y es que , siempre según esta versión de los hechos, él había ido perdiendo interés y mientras que durante los últimos meses él construyó su vida entorno a los horarios, los viajes y las inquietudes de ella, mientras todo eso sucedía, parte de su propio ser se difuminaba por el camino. Lo cierto es que él se percató de todo ese cambio, pero siempre hizo de ello una lectura positiva, en el fondo le pareció que merecía la pena, que cambiar el fútbol con su equipo de amigos del barrio de toda la vida, por una proyección de cortos de cine, a esa misma hora, en la escuela de bellas artes, podía ser gratificante e interesante. Y lo fue. O eso es lo que pensaba hasta hace apenas cinco minutos. Tic tac. Le dedicó el enésimo pensamiento de odio de los últimos nanosegundos, no le daba vergüenza admitirlo, pero mantuvo la compostura mientras ellas salía del restaurante en el que cada bocado envenenado les había transportado a miles de kilómetros de distancia entre sí, durante la cena. El último beso que le regaló, en la mejilla, le dolió casi tanto como, el darse cuenta que sus miradas ya no se encontraban, casi tanto como las palabras que ella pronunció con cierto desinterés muy bien calculado e interesado, contenían aquellas empalagosas palabras que él siempre aborreció: «como amigos». Tic Tac En un instante esa escena desapareció de la realidad, y pasó a formar parte del pasado, de la historia en común que un día tuvieron. Él sabía que se le quedaría grabada en la mente durante mucho tiempo. Un tiempo imposible de cotejar dadas las circunstancias, aunque algo le decía que no seria poco, que no seria fácil de superar. Mientras, ella, desde el taxi que le acercaría al aeropuerto, telefoneaba. Mientras él, intuyó unos labios que decían: «ya está hecho amor mío». Y lloró, esta vez sin lágrimas, porque no quedaban, al ver que su móvil no sonaba. Tic tac. Categoría: Cuentos, libros Tweet Acerca de Interplanetaria Más post de Interplanetaria »
L on 21 octubre, 2010 at 11:52 pm ¡Excelente relato! Me he sentido muy identificado con el personaje principal, buen trabajo al escribir esto 😉 Répondre